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Adiós a la fuente de Esconich. Un sentido presentimiento.

   Esta semana queremos mostrar en nuestro artículo de fin de semana, dedicado a espacios de nuestro patrimonio natural, perdidos o en peligro, un texto de J. Alarcón Higón publicado en la revista Castillo de julio de 1963 (nº17). Es una especie de elegía, similar a la que vimos de Rafael Lacalle, lamentando la tala de un gran árbol monumental en otra fuente: la del Forraje (otra de las muchas que hemos perdido, por el cambio climático u otros motivos).

En esta, Alarcón muestra, a su manera y al margen de la calidad literaria, el gran afecto y ese vínculo trascendental que siempre ha tenido el chivano con su entorno natural; ese que ahora, más que nunca está amenazado por el boom especulativo de las renovables.

La composición en tono poético de Alarcón dice así:

Adiós a la fuente de «Esconich».

La montaña es el altar de la tierra.

Las cumbres son amigas del cielo. Nosotros, los chivanos, tenemos la dicha de poder gozar de la montaña que mantiene una claridad sana de lejanía triunfante. Y nuestras montañas son dueñas de fuentes con mucha agua clara, entera, que alivia la sed del cazador, peregrino de trofeos montañeses. Del labrador, afanoso de virtuales cosechas.

Esconich, puerto de algarrobos, almendros, olivos y viñedos. Con tu fuente adornada de centenarios arboles, aliviadores, con su sombra, de frentes sudorosas.

Fuente de Esconich, cuando con el aire seco pegado a mi garganta, ansié tu agua tentadora en su caño sonoro, cuando ansié el descanso bajo tu corona silvestre de árboles caprichosos, no podré gozarte plenamente, porque me han separado de ti las vallas que te encierran, como si fueses una delincuente fuente.

Mi imaginación está poblada de recuerdos pasados, cuanto tú y yo, fuente chivana nos aliviábamos mutuamente, tú con mi compañía (y reías como una novia, novia de cazadores sedientos) yo con tu agua, ¡con mi agua risueña e ilusionada!

Adiós Fuente de Esconich, te has muerto para nosotros en la tarde de una primavera oscura. Tu agua cantará el ahogo de una fuente muerta. Adiós a tus árboles atletas, bellos, artísticos, pugilistas de nuestro descanso otoñal. Envidio a los pájaros (flores del aire) porque podrán gozarte con su espontáneo antojo.

Te recordaremos siempre ¡Aquella auroras de oro, aquellas tarde íntimas! (tardes de merienda, con los pies en el agua y la risa en los labios).

Adiós fuente donde los niños reían y alegraban todo lo sublime bajo tus árboles espirítuales que poblaban nuestra alma.

Adiós fuente, incomparable, íntima, poseída plenamente por todos nuestros sentidos, gozosamente con toda la potencia de nuestro espíritu.

Tus hermanas, las fuentes montañesas, aliviarán nuestra ansiedad nostálgica con el recuerdo de tu agua, de tu paisaje…

Nuestro pensamiento, puesto en tu agua eterna, te rinde honores constantemente. Fuente de Esconich.

Desde luego, como hemos dicho, dejando a un lado el estilo o la calidad artística del texto, el autor expresa claramente un estado de ánimo ante una pérdida dolosa, aunque ésta parece reversible (pues aunque no puede disfrutar del manantial temporalmente por su vallado, sería posible utilizarlo más adelante). Imagínense, pues, cual podría ser el estado de ánimo de todo un pueblo ante la devastación, esta sí irreversible, de parte de nuestro entorno más querido y más trascendente, si se llegan a realizar alguno de los proyectos de parques fotovoltaicos que quieren instalarse en nuestra tierra; cuando el monte se aplane y se llene de vallados; cuando desaparezcan cientos de árboles centenarios. El lamento puede ser terrible, puede llegar hasta el mar y resonar en lo más alto de nuestra sierra, allí donde Alba, la esposa de Tarik, se convirtió en piedra.

Tenemos dos opciones: preparémonos para la despedida o luchemos.

Centro de Estudios Chivanos (CECH)

*La Fuente de Esconich. Fotografía de Óscar Mora

Fecha de publicación: 30/05/2021

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