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Brihuela, la última dehesa.

    

Cuando pensamos en Brihuela, nos viene al recuerdo lugares como Brihuega, el gran jardín de la Alcarria. Compartimos, además de la espectacular vegetación, la raíz del vocablo celtíbero o protoindoeuropeo «Briga», que aparece en muchos topónimos hispanos y que podría a significar: colina, lugar elevado o amurallado. Curiosamente, también el término dehesa, proviene de la palabra defensa, o zona vallada, preparada para guardar los rebaños. Y Brihuela es la última dehesa valenciana, un ecosistema único, derivado del bosque mediterráneo.

    

    

     Siguiendo especulando con su nombre, podríamos reseñar que la raíz -guela, además de un diminutivo, también podría hacer referencia a la «gola», a la garganta, que hay que atravesar para acceder a él desde el camino que sale del pueblo, desde las Eras Altas y la «Corredera». Ese estrecho entre Cutanda (lugar rocoso, en el alfabeto íbero) y el Collado Royo, desemboca en una de las panorámicas más espectaculares de nuestras tierras, donde se encuentra, en primer término, Brihuela.

     Este espacio a pie de monte, de la espectacular sierra de Chiva o de los Bosques, conserva una gran biodiversidad, es muy valioso en términos ambientales; pero, además, también a nivel cultural, pues ha configurado la identidad del paisaje y el paisanaje local. Podemos hablar, sin duda, de un gran paisaje cultural donde el hombre, con su actividad agro-ganadera, ha interactuado desde antiguo, respetuosamente con la naturaleza, pata obtener sus múltiples recursos, pero en completa sinergia.

     Por una parte, hay que reseñar que si el término de Chiva es el que más garroferas centenarias acoge en el mundo, esta zona donde se pretende ubicar el macroparque fotovoltaico, es el principal reducto de esta especie que es el santo y seña, el gran símbolo, de nuestro territorio. Pero además también acoge otros árboles monumentales, como pinos o carrascas y cultivos como los almendroleros, viñas, etc., que configuran un paisaje vivo, cambiante, digno de ser protegido y catalogado, sin duda, como patrimonio de la humanidad. En definitiva, un territorio donde crece un legado cultural, labrado por generaciones de chivanos y que habla de nuestra historia, de nuestros conocimientos, de nuestros valores y nuestro carácter; que sustenta nuestra particular idiosincrasia.

     Porque aquí se encuentran elementos de arquitectura en seco, como los ribazos que protegen de la erosión de los campos, los parapetos, las «casicas de monte», o los corrales y corralizas que hablan de la actividad agrícola pero también de la ganadera que no ha cesado a lo largo del tiempo. Como vemos en diferentes documentos, éste ha sido un tradicional lugar de pastos, desde antiguo. Ha sido uno de los cuartos para uso de la dula concejil y por el que discurrían algunas de las cañadas, azagadores o veredas más importantes por las que bajaban los ganados trashumantes de las serranías de CuencaAlbarracín, Javalambre o Gúdar. Podemos citar, por ejemplo, el azagador de las Eras al Collado Royo, mencionado, o el de la Cueva Morica; o la vereda, el abrevador y la majada del mismo nombre; o la majada y el abrevadero de Brihuela.

     Por eso siempre han existido en la zona, corrales (albergues) de disfrute gratuito, abrevaderos naturales, abrigos, cuevas de refugio, pilas de piedra o servidumbres de paso o acceso a esas vías pecuarias. Podemos citar, por ejemplo como lugar emblemático el corral de la Masía de Manent, que, desde hace años, acoge una ganadería de reses bravas.

     Por esta zona discurren algunos de los principales barrancos que acaban vertiendo sus aguas a la gran rambla de Chiva o del Poyo, que siempre ha sido el principal acuífero de la Albufera. Pero también algunas de nuestras principales vías de comunicación con nuestro entorno natural, como el más importante camino hacia la sierra. Además, otros caminos llevan a espacios singulares como los yacimientos arqueológicos de la Incolla (romano) o el de la Fuente del Forraje (íbero), lugares esenciales para conocer la historia de la población y que pueden verse afectados por la gran infraestructura que amenaza instalarse en la zona. O la pista que conduce a la cantera de alabastro de Peñas Albas, por ejemplo, que guarda relación geológica con otra partida del espacio afectado y que tiene, también una especial relevancia histórica: Las Salinas.

      Efectivamente, tenemos constancia que ya en 1321 (pergamino que conserva el Archivo General de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli) que el Rey Jaime I, otorgó a Berenguer de Entenza el privilegio para poder vender la sal de las salinas de Chiva.

     O sea, que está por estudiar ese terreno abancalado que hace tiempo parece que fue una explotación de salmuera de fuentes no marítimas. Un fenómeno de gran rareza que es exclusivamente ibérico dentro del continente europeo. Teniendo en cuenta que estas salinas de interior están desapareciendo de la geografía española, por distintas causas ambientales, sociales o económicos, se debería proteger, estudiar e intentar recuperar, como aconseja la Asociación de Amigos de las Salinas de Interior y la Sociedad Española para la Defensa del Patrimonio Geológico y Minero. Parece que solo unos treinta de estos este ecosistemas halófilos siguen funcionando, de los aproximadamente 250 parece que existieron en la Península Ibérica, por lo tanto, sería necesario preservar este espacio de gran singularidad, como un gran patrimonio.

     Estamos pues en un área simbólica y emocional, de una gran singularidad, en la que convergen pasado y futuro. La última dehesa valenciana, el último reducto de algunas especies vegetales y animales, uno de nuestros pocos libros vivos en los que poder leer las huellas de nuestra existencia, aspectos históricos y culturales esenciales para nuestro devenir. Conservar este paraje, donde hombre y naturaleza se han abrazado, es fundamental para futuras estrategias de uso sostenible de la tierra, el mantenimiento o mejora de los recursos naturales y la conservación de la biodiversidad.

      Este paisaje cultural resulta importante, además, desde otros aspectos: económicos (puede ser aprovechado como un atractivo turístico), pedagógicos (se estudia desde la geografía, las ciencias naturales, la historia y la investigación) y recreativos (se aprovecha como espacio de ocio y recreación). Al mismo tiempo, hay que reseñar que ha afectado de manera muy positiva en nuestra comunidad, que puede andar un entorno sano del que sentirse orgulloso, generando un fuerte sentimiento identitario. Así pues, si se elimina este tesoro natural, la pérdida será irrecuperable, porque se extirpa, también, gran parte de las entrañas, de la esencia de todo un pueblo.

JCM

Fecha de publicación: 13/03/2021

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