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La calle Barchilla, donde se mide nuestra memoria.

   El pasado mes de mayo visitamos, junto a los estudiantes de segundo de ESO del IES Marjana, el casco antiguo, para repasar la toponimia urbana y su evolución, dentro de un interesante proyecto interdisciplinar del centro. Entre las diferentes calles que recorrimos, queríamos resaltar en esta ocasión el curioso nombre de una de ellas: Barchilla

Sabemos que la «barchilla» era una caja de madera triangular o piramidal que servía de unidad de medida de capacidad, para grano o áridos. Al igual que otras unidades de medida antiguas como el celemín, el cahiz o la arroba, fue cayendo en desuso tras instaurarse el sistema métrico decimal a finales del S. XIX.

     Quizá se bautizara esta calle con este título simplemente por el acentuado ángulo que forma su trazado desde la plaza de la iglesia hasta la calle Mayor (Dr. Lanuza); pero, desde aquí y sin una documentación relevante, queremos lanzar una hipótesis distinta.

     Nuestra conjetura viene motivada y así lo aventuramos a los alumnos a los que acompañamos desde el Centro de Estudios Chivanos (CECH), tras observar el origen de otro topónimo del mismo nombre en una localidad cercana, casi limítrofe: la ciudad de Valencia. Efectivamente, el arco renacentista que une la Catedral de la capital con el Palacio Arzobispal, se denomina «de la Barchilla», debido a que en su lateral derecho, según vamos en dirección a la plaza de L’Almoina, se encuentra una piedra de origen romano con una curiosa marca labrada en ella.

     Dicha señal la utilizaban los carpinteros en la época medieval para verificar que las «barchillas» que construían se ajustaban a las medidas oficiales. De ahí el nombre del arco y de la calle.

     En Chiva también se encuentra esta vía muy cerca del templo parroquial, y quizá aquí existiría un molde similar o, incluso, las cajas con las que se midiera la arena que se empleara en su construcción a lo largo del siglo XVIII. O, quizá, el trigo con el que se pagaran ciertos tributos a la Iglesia o al señor feudal, cuya casa-palacio también estaba próxima. O, quizá, estuviera ahí la alhóndiga, la almoina o la cambra para almacenar el grano del municipio o del señor.

     Todo son especulaciones, pero nos parece interesante investigar y difundir este tipo de cuestiones que, aunque anecdóticas, pueden dar pie a nuevos descubrimientos que den más luz a nuestra historia. Un nombre, como hemos visto en otros espacios patrimoniales, puede ser muy revelador y por ello, creemos que vale la pena analizarlo con cierto detenimiento.

     Por cierto, también compartimos otro nombre de vial con la capital del Turia que nos parece interesante. Nos referimos a la calle del «Clot», una palabra latina que, como «clocha», es muy común en nuestro particular y rico lenguaje de frontera y que se puede traducir como «hoyo», «lugar inundable» o «Charco» al castellano. De hecho, en Valencia se sitúa en el Cabañal, junto al mar, mientras que en Chiva, recorre el pequeño socavón que conduce desde la Calle Mayor (llegando a la Cuesta de los Molinos), a la calle del Horno, camino de La Torreta. En realidad, todo «Bechinos» («vecinos»), mira hacia el «hondo» (la vega), el fértil vergel que riega el barranco de Chiva, el que siempre dio vida a nuestra Villa; el que arrastra a «esperchones» nuestra memoria y nuestros sueños.

JCM

Fecha de publicación: 07/07/2021

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