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La Incolla: ¿Íncola? Un lugar para preservar y estudiar; para descubrir.

En artículos anteriores hemos hecho referencia a diferentes topónimos relacionados con la zona afectada por el proyecto de parque fotovoltaico, como la misma palabra Brihuela o Briguela; un término que podría derivar, como justificamos, del vocablo celtíbero o protoindoeuropeo «Briga». O de la palabra «Cutanda», que en el alfabeto íbero significaría algo así como «lugar rocoso».

Así mismo, mencionábamos que la garrofera («Kharrub», para los árabes) fue el árbol sagrado para diferentes culturas mediterráneas; siendo símbolo de fuerza y de pureza, de vida, para los romanos. Además, mencionábamos que éstos habitaron en lugares como Viñas o Urrea (palabra de etimología también prerromana de la que hablaremos más adelante) o La Incolla. Precisamente, en este último término es en el que nos queremos centrar en esta ocasión.

Estamos acostumbrados a observar a lo largo de nuestra geografía y en nuestras ciudades grandes monumentos de época romana como acueductos, puentes, vías, arcos y un largo etcétera que no hacen más que confirmar su expansión y dominio del territorio. Pero este pueblo no se conformó con dejar su huella en ladrillo y piedra, sino que nos legaron su religión (junto a la griega por supuesto), su lengua y multitud de costumbres que en la mayoría de los casos se mezclaron con las indígenas; éstos y muchísimos otros factores comprenden lo que conocemos como proceso de romanización.

Sobre este asunto, nos puede dar alguna pista, una simple palabra: «Incolla», que designa un lugar que, pese a carecer de construcciones monumentales, es muy significativo, puede ampliar el conocimiento y cambiar la visión que tenemos no solo de ese espacio, sino de toda nuestra historia. Partamos de la base de que este término, parece derivar de sustantivo latino «Íncola«¸ compuesto por el prefijo «-in» (que nos dice algo como «hacia dentro» o «en el interior»), y del sufijo «-cola» (de la raíz «colere», que se traduciría por «cultivar» o «habitar»). Tal como sugieren especialistas como Miguel Ángel Novillo López, con esta palabra «Roma no solo se refirió a la población indígena de un determinado núcleo que, sustraídas sus tierras, generalmente a causa de una fundación colonial no pacífica, era reducida por Roma a tal condición, sino que con la misma denominación Roma agrupó en múltiples ocasiones a la población foránea que desde época republicana se estableció en una comunidad en la que obtenía la condición de «residente».

En el mismo sentido, el profesor Lomas Salmonte nos plantea el hecho de que este sustantivo no referiría únicamente a un lugar habitado, ni la condición jurídica del que lo habita, sino que «respondería a una realidad social y económica en la que, una población autóctona que habita en un lugar concreto, es libre, pero naturalmente inferior, por carecer de plenos derechos ciudadanos, podía si contaba con el suficiente poderío económico y prestigio social ser candidato para ocupar puestos municipales, y a través de los mismos obtener la ciudadanía romana».

Estas nociones nos plantean un poblamiento muy diverso por lo que respecta a nuestro territorio; danto a entender que el conquistador romano, deja espacios concretos en los que se da una continuidad de la población indígena que continúa con sus quehaceres, pero que no le aparta de la posibilidad de ascender socialmente y, finalmente, obtener la tan ansiada ciudadanía. Este hecho no debe parecer en extremo imposible, ya que Hispania proporcionó varios emperadores a Roma.

De hecho, el yacimiento con restos romanos, cercano a la actual fuente, se encuentra al pie de un estratégico «collado» (palabra que también nos evoca al topónimo aludido), que bien pudo albergar algún nativo que cultivara y vigilara las tierras del entorno. Así, está pendiente el estudio de este paraje, visitado muy asiduamente por expoliadores foráneos, que podría darnos más pistas sobre cómo fue el proceso de romanización en esta parte de nuestro término. Un espacio, pues, de gran importancia histórica, además de medioambiental y económica. Un lugar privilegiado para el pasto y la agricultura, pero que cercano a yacimientos de sal (escasísimos en la península en zonas de interior) y de yeso o alabastro. Una zona tradicionalmente bendecida por el agua y por riquísimos intercambios culturales que, ahora, se pretende cubrir de miles de placas solares (unas 220.000), que enterrarían parte de nuestro pasado, de nuestra identidad.

*Fotografía: Fuente de La Incolla.

Mario Martínez Alcañiz y JCM.

     

Fecha de publicación: 27/03/2021

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