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La Sierra de los Bosques, de nuevo en peligro.

    Como hemos dicho en otras ocasiones, en esta sección de fin de semana, el futuro macroparque fotovoltaico de Briguela, en caso que se instalara, afectaría irreversiblemente a todo nuestro entorno, pero también, directa e indirectamente a la Sierra de los bosques o de Chiva. No hay que olvidar que esta planta energética que se pretende instalar está a solo 60 metros de este espacio; el Paraje Natural Municipal más extenso de la Comunidad Valenciana.

Algunas de las consecuencias que amenazarían este espacio natural (como vimos en el folleto que distribuyó la Agrupación de asociaciones Salvemos Brihuela), sería, por ejemplo, la eliminación de los corredores verdes de los que depende la flora y la fauna de toda esta zona (con 50 km. de vallado, la explanación o el arranque de cientos de árboles centenarios). Aquí, tanto en el monte, como en los campos anexos se encuentran especies protegidas y muy amenazadas que verían su hábitat extinto o fragmentado. Además se cortarían caminos y senderos rurales que conectan esas zonas.

Por otra parte, las placas, además de incrementar la temperatura en la zona, por la irradiación, pueden propiciar algún incendio, por el «efecto espejo». También incrementarían el nivel de ruido.

Podríamos mencionar otros corolarios, como el despilfarro de agua para la limpieza, que podría buscarse en acuíferos próximos o el peligro de los herbicidas; también, por supuesto el gran impacto visual desde nuestros montes, que se transforma en emocional. Pero en este artículo, queremos mostrar otras amenazas del pasado y hacer un alegato esperanzador a favor de nuestra sierra, que ha sido capaz de subsistir, hasta nuestros días, manteniendo unos valores medioambientales singulares.

En la publicación Átame 8 (nº 4) Javier G. Martí y Vicente Serena (miembros de la Plataforma para el Estudio y la Conservación de la Sierra de Chiva), ya nos hablaban de algunas de las perturbaciones que este ecosistema mediterráneo, ha venido sufriendo desde antiguo, futo de la intervención humana (extracción de madera, quemas para pastos, roturaciones agrícolas, extracción de «fornilla» incontrolada, incendios, etc). Incluso citan, curiosidades, como la orden de incendiar nuestros bosques, en el siglo XVIII, para evitar la proliferación de bandidos que allí encontraban cobijo.

Pero pese a todo este histórico maltrato que ha impedido la conservación de grandes masas forestales, este extenso territorio montañoso, de abrupta y diversa orografía, todavía conserva un gran valor ambiental. Una gran diversidad biológica como la que ya resaltaron en los siglos XVIII y XIX botánicos de la relevancia de Antonio José de Cavanilles o H.M. Willkomm. Una gran riqueza vegetal y faunística; también cultural y paisajística.

Además de las espectaculares formaciones naturales, en nuestros montes (por los que discurre la principal cuenca hidrológica que nutre la Albufera), aún se conservan algunos bosques. De ellos, como se señala el biólogo José Vicente Andrés Ros (uno de los autores del estudio realizado por CÀDEC: Fauna, Flora y Vegetación de la Sierra de Chiva), en la publicación Átame (nº7), «en su mayor parte, corresponden a pinares; aunque de forma muy localizada, podemos observar algún pequeño reducto de bosque frondoso, últimos vestigios del bosque climátogénico que debió cubrir grandes superficies de estas montañas hace varios siglos. En este podemos ver especies como la carrasca, el quejigo o el fresno. El resto del territorio actualmente está representado por tupidos matorrales, maquias o garrigas que cumplen un papel crucial frente a la erosión y en la producción de suelo fértil, necesario para el asentamiento de nuevos bosques».

Parece que, según el estudio de este autor, habría unos «722 taxones vegetales, entre los que se encuentran algunos endemismos exclusivos de la Comunidad Valenciana, algunas plantas que sólo se distribuyen por la Comunidad Valenciana y por territorios cercanos y otros taxones que, no siendo endemismos levantinos, resultan de gran interés de conservación por ser raros en el territorio valenciano como, por ejemplo, la Gymnadenia conopsea, el Cerinthe major subsp. gymnandra o la Kernera boissieri, una especie que sólo se encuentra aquí».

Y añade: «Sobre la fauna, se han confirmado unas 170 especies, muchas de las cuales están incluidas en catálogos de especies amenazadas, en directivas europeas o en algunas de las listas rojas estatales como, por ejemplo: el sapo partero común, el eslizón ibérico, el águila perdicera, el águila real, el águila culebrera, el halcón peregrino, el búho real, el murciélago grande de herradura, el murciélago de cueva, el tejón, la garduña, el gato montés o el posible topillo de cabrera; entre muchas otras.

Por otro lado, se ha podido constatar que nuestra montaña también resulta un enclave por donde se produce un notable paso de rapaces migratorias, algunas de ellas seriamente amenazadas como es el caso del águila pescadora».

Así pues, poseemos un territorio de gran valor ambiental y de un enorme potencial, que tenemos la obligación de proteger y recuperar. De igual forma, tenemos que velar porque se lleve a cabo una gestión responsable, ya que, como hemos dicho, todavía se ciernen sobre este espacio privilegiado múltiples amenazas; la primera, gravísima, pagada con fondos europeos, está a la vuelta de la esquina: el gigantesco parque fotovoltaico. Esperemos que se escuche la voz del pueblo y se pare este desvarío.

Fecha de publicación: 23/05/2021

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