Cuenta la leyenda, que la Masía Ferrajón la construyó un conde, en el siglo XVIII, como refugio donde proteger a su esposa, hija de moriscos. Desde luego, no olvidemos que nuestros montes, junto con los de las Alpujarras, fueron el último refugio de los antiguos habitantes de la península, que se convirtieron al islam, tras la conquista musulmana.
Posteriormente estos mudéjares se convertirían forzosamente al cristianismo con el triunfo de los reinos cristianos, lo que no evitará que, al final, en 1609, fueran definitivamente expulsados de su ancestral territorio, en el mayor genocidio perpetrado en nuestra historia.En concreto, nuestro pueblo quedó prácticamente deshabitado, lo que obligó a Gastón de Moncada a firmar una carta de repoblación y atraer nuevos arrendadores a su señorío.
Por otra parte, no es de extrañar que fuera un noble el que fundara esta masía, pues la mayor parte de estas grandes casas de campo de nuestro término, han pertenecido históricamente a grandes terratenientes; en concreto las del fértil Llano de Quart, unos kilómetros más al Este, a algunas de las familias nobiliarias más adineradas y poderosas de Valencia.
Ahora, esta masía enclavada en una zona privilegiada, entre cerros arbolados y rodeada de naranjos, tiene otros usos, además del agrícola, como hotel rural y salón de banquetes. Además, esta ubicada a unos cientos de metros de la gran autovía que sustituyó a la carretera real, que unía la capital del Turia con Madrid; también de la línea de tren y de la del AVE, que tajan drásticamente y parten en dos nuestro término de Oeste a Este. Quizá esos grandes terraplenes, de esta última estructura, sería un buen lugar, por ejemplo, para instalar esas plantas solares que pretenden arrasar con gran parte de nuestra comarca y de otras, como no, del interior.
Y decimos esto, porque, esta zona agrícola, rica en aguas y en pastos (que llegaría, hacia el sur, hasta la Pellicera), también está amenazada por la kilométrica línea de torres de alta tensión que descenderían de la megaplanta fotovoltaica que se pretende instalar en Brihuela (Briguela); e incluso por un nuevo parque que, se comenta, se situaría en ese espacio fronterizo entre Godelleta, Buñol y Chiva.
En esta sección provisional de fin de semana, dedicada a destacar estas zonas de gran valor medioambiental, socio-económico y simbólico, que corren serio peligro, nos detenemos, pues, brevemente, en Ferrajón. Un topónimo que vamos a analizar, como hemos hecho, con otros como Briguela, Urrea, Incolla, etc. En concreto, éste, más moderno, podría derivar de «Cerrajón» que significa cerro alto, ya que este vallejo, como hemos insinuado se encuentra entre cerros de abundante vegetación, con espectaculares vistas y repletos de singulares elementos de piedra en seco. Lugares donde se han dado episodios históricos relevantes y leyendas como la que envuelve a la masía citada.
Cerrajón, también es el nombre del «lisón», planta silvestre y suave, cada vez más escasa, que tradicionalmente hemos consumido en ensalada y que tiene muchas propiedades terapéuticas. Pero Ferrajón, también podría derivar de «Ferro», de «hierro», del que se hacen las cerraduras, las fallebas que sirven para salvaguardar nuestros más queridos tesoros. Como hizo este aristócrata cristiano, Amador Gutiérrez, que construyó su hogar en esta finca privilegiada y tranquila, apartándola de cualquier peligro. Ahora este paraje, junto con toda esta zona por la que discurren ramblas y barrancos, como el acuífero que riega y da vida a nuestro pueblo, está amenazada como la joven morisca, cuya familia se negó a embarcar hacia el norte de África, hacia un exilio que fue dramático.
Ahora, la «Santa Inquisición» tiene otro nombre, se llama «Santa Especulación» y nos corresponde a nosotros proteger a nuestra más preciada joya, nuestra tierra, nuestra sierra, de sus zarpas. El boom de las renovables, el modelo de desarrollo de la industria fotovoltaica que amparan nuestros dirigentes, desordenado e insostenible, quiere acabar con nuestro entorno más querido. Imitemos a este joven noble (en todos los sentidos) del XVIII. Luchemos como quijotes contra esas grandes estructuras de hierro, esos paneles de acero. Echemos el cerrojo, a cal y canto, protejamos nuestro entorno, nuestra mejor herencia, para que la puedan disfrutar nuestros hijos. Pongámoslo a salvo del gran desvarío, del gran atentado, irreversible e histórico, que supone la aprobación de estos macroproyectos fotovoltaicos y sus infraestructuras asociadas, sin la adecuada planificación territorial del sector energético. Sofoquemos esta gran injusticia, que quede solo como un mal sueño, la leyenda lejana de una gesta que evitó la inmolación, el desgarro y la humillación de un pueblo.
Fecha de publicación: 02/05/2021