El pasado fin domingo, el 30 de abril, hubiera cumplido 82 años un chivano universal, Luis Antonio García Navarro. Nuestro músico, uno de los mejores directores de la historia, que nació en 1941 y falleció en 2001, con solo sesenta años, comenzó su formación musical en la banda de Chiva, siguiendo en el Conservatorio de Valencia para más tarde perfeccionarse en Madrid, donde cursó las disciplinas de oboe, piano y composición
En 1963, García Navarro obtiene el Premio del Conservatorio de la capital y ese mismo año funda la Orquesta Nacional del SEU de la que será titular hasta 1966. Becado por la Fundación Juan March, pasará a ampliar formación en el extranjero de la mano de maestros como Karl Osterreicher o Franco Ferrara; también, posteriormente, con Hans Swarowsky, en la Universidad de Música y Arte Dramático de Viena. Así, en 1969, obtendrá el Auszeichnung, la más alta distinción otorgada por dicha academia que se suma al premio logrado dos años antes en el Concurso internacional de Directores de Besançon y que impulsó, decisivamente, su carrera.
Ya en 1970, nuestro paisano es nombrado, en relevo de Pedro Pírfano, director titular de la Orquesta Municipal de Valencia hasta 1974, alternando dicha obligación con la dirección de numerosos conciertos, como invitado, de importantes orquestas internacionales (Chicago symphony orchestra, Deutsche Oper Berlin, Wiener Staatsoper, …).
En 1980, García Navarro es designado director musical del Teatro San Carlos de Lisboa y en 1984 principal director invitado de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart, responsabilidad que ejerció hasta 1987. A partir de esa fecha los cargos se sucederán: Generalmusikdirektor de la Ópera de Stuttgart (1987-1991); Principal director invitado de la Wiener Staatsoper (1987-1991); principal director invitado de la Orquesta Filarmónica de Tokio y de la Deutsche Opera de Berlín (1991-1992); y director titular, sustituyendo a Franz Paul Decker, de la Orquesta Ciudad de Barcelona (1991-1993). A ésta la dirigió en las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de 1992, o en una gira memorable con un éxito abrumador por Japón y Corea del Sur con más de veinte conciertos (algo que nunca más ningún director titular de esta entidad barcelonesa ha repetido). Por cierto, de su mano, vino a nuestro pueblo este magnífico conjunto actuando en el Teatro Astoria; una efeméride sin parangón que pervive en nuestra memoria.
Tras presentar su dimisión de la OCB y dirigir, en calidad de invitado, a las mejores formaciones del mundo (Filarmónica de Viena, Sinfónica de Chicago, Royal Philharmonic, Staatskapelle Dresden, Suisse Romande,…) y en los principales coliseos operísticos (Covent Garden, París, Chicago, Metropolitan, San Francisco, Viena, Teatro Colón de Buenos Aires,…), será nombrado, en 1997, director titular de la Orquesta Sinfónica de Madrid, impulsando la creación del Coro e incorporando ambas agrupaciones al nuevo y flamante Teatro Real de Madrid en su reapertura, el 11 de octubre de ese año, con La vida breve de Manuel de Falla. Por cierto, al ensayo previo tuvimos la suerte y el honor de ser invitados unos cuantos vecinos que pudimos contemplar en directo y en ese magnífico espacio, su gesto firme y decidido, su fortísimo carácter y arrolladora personalidad a la hora de dirigir o su gran exigencia; también ese altísimo sentido del ritmo y esa gran capacidad memorística, que le hizo famoso en todo el mundo artístico.
En marzo de 2001, el maestro se despidió de dicho coliseo dirigiendo una memorable producción de Parsifal de Wagner, junto a su amigo Plácido Domingo. Por desgracia, el cáncer había ya prendido en su cuerpo y, el 10 de octubre de 2001, falleció en la Clínica de la Luz de Madrid. Su funeral congregaría a grandes personalidades del mundo de la política, de la cultura y de la música, como Ruiz-Gallardón, Luis Alberto de Cuenca, Juan Cambreleng, Teresa Berganza, Elisabete Matos o Alicia Nafé entre otros, que no dudaron en expresar su admiración y respeto por el director fallecido. Allí también se encontraba su sucesor como director artístico del Real: Emilio Sagi. Así mismo, en el emotivo acto sonaron, a capella, las notas del Requiem de Verdi, así como la Suite en re de Bach, dos de sus piezas favoritas; también otras piezas de Wagner, Mozart o Fauré.
Hace poco se vendió la coqueta casa en la que residía en sus visitas a Chiva y que perteneció a la familia de su mujer. Un hogar lleno de obras de arte, diplomas, cartas y recuerdos personales que es una lástima que han abandonado, en su mayoría, nuestra población, su querido y añorado pueblo. Por suerte, una Avenida (en Valencia también tiene una calle) y la sede de La Artística (con el nombre de la Escuela y de la Orquesta) no dejan de recordarnos su figura; también la efigie que se erige en nuestro cementerio, allí donde descansan sus restos mortales. Desde el CECH también queremos homenajear, nuevamente, en este aniversario, a uno de nuestros vecinos más celebres y reconocidos internacionalmente, al que le fueron concedidos títulos como la Medalla de la Villa de París, en 1983 o la del Palau de la Música de Valencia a título póstumo (2001). Queremos, pues, colaborar, dentro de nuestras posibilidades, a que su nombre y su figura permanezcan y se difundan, a través de las líneas de nuestros escritos, al igual que la música de sus interpretaciones lo inmortaliza en los numerosos discos en los que participó (en prestigiosos sellos como Deuttsche Grammophon, HRE, VMK Globe, Cosmus, De Agostini, Sound Clasical, Alhambra, RBA Coleccionables, Süddeutscher Runfunk, CBS, ZYX Classic, Capriccio, Nightingale Classics, Rtve Música o EMI Classics) y en la memoria de tantos y tantos aficionados a la música, a ese arte al que dedicó toda su vida, con gran pasión.
JCM
Centro de Estudios Chivanos (CECH)