Continuando con el artículo de la semana pasada, hay que reseñar que otro consejo general se celebrará el catorce de noviembre del mismo año, en la plaza de la Villa, con el objeto de «tratar en el modo y forma para el nombramiento de los dieciséis soldados que se piden a esta villa para leva del socorro de San Matheo».
Se decidirá, por la mayor parte de los vecinos, elegir dieciséis escuadras y de ahí, sortear por «redolines» a los combatientes. Al final, salieron nominados: Benito Arévalo, Jayme Catalá (voluntario Francisco Navarro), Miguel Cucala, Luis López (voluntario), Luis Rodrigo, Luis Matheu, Josephe de Saus, Miguel Ansón, Bautista Paris, Francisco Cutanda, Lorenzo Plaza, Miguel Redondo, Joan Cortés (voluntario por su padre), Martín de la huerta, Baltasar Argent y Francisco Martínez (de Tuejar) (También se especifican las viudas a las que se habría de ayudar).
En el mismo sentido, el treinta de febrero del año siguiente, y ya en Consejo particular, se determinará pagar las veintitrés libras «que se piden, por los estamentos, para las fortificaciones de la villa de Traiguera del cuerpo de la Villa y que después se pongan y añadan en la «tacha» (derrama o colecta) que se ha de hacer para los soldados del servicio de su majestad» (para proceder a la «impugnación» de los soldados elegidos para el servicio a la corona). Y el siguiente mes se elegirán a Gaspar Redondo y Vicente Ximéno como «colletores» para esa colecta aludida. Por otra parte, en una de las seis cartas y anotaciones de los Jurados y Consejo de la Villa de Chiva, el Virrey y Capitán general ordena al ayuntamiento de que se de alojamiento a un capitán reformado montado, tres soldados montados y dos desmontados.
Sin embargo, el día veintiuno de marzo, se determina «acerca de lo que piden para el fuerte de Traiguera»: «que en cuanto a las veintitrés libras que den a los estamentos se suspenden por ahora». También muestra las reticencias del municipio a este tipo de colaboraciones la decisión de mayo del mismo año (1650), paralizando el sorteo de los soldados «dado que se está en duda si se han sorteado en otras villas y lugares».
Por otra parte, además del reclutamiento de tropas o el envío de dinero para sufragar los gastos militares, vemos como el consejo también debe encargarse del alojamiento de los soldados que se hospedan temporalmente por nuestra población, situada en un punto de paso estratégico. Así, por citar algún ejemplo, en la reunión de siete de febrero de 1651, se acordará «que se baje a Valencia acerca de los soldados que se alojen que son un alférez reformado de corazas y un soldado desmontado, para ver si se puede aligerar el cargo de los soldados y ver como se le ha de pagar al alférez». Al final, nueve días después se resolverá: «que se dé al alférez cuatro reales cada día por todo lo que se le debe y al soldado cinco o seis sueldos según se pueda concertar y sino que se aloje por las casas y que para pagar lo dicho se haga tachapor el lugar cada día». Y, unos días más tarde, el veintiséis: «que al alférez que está aquí alojado se le dé por todo, del caballo, servicio y cama y alojamiento, seis reales y al soldado desmontado que se le de seis sueldos».
Igualmente, en abril, también se debatirá sobre el mismo tema y, de la misma manera, se resolverá sobre estas cuestiones en otras asambleas del periodo que incluye este libro. No queremos profundizar pues en ellas, porque su estudio se está abordando por especialistas en esta temática militar; pero sí que podríamos citar, por su relevancia, en este apartado, por ejemplo, la reunión del veintiocho de diciembre siguiente. En ella se acordará que el síndico viaje a Valencia para hablar con Don Lorenzo Matheu acerca de su solicitud de ayuda «para la guerra de Barcelona, con algo de dinero o soldados y que se le represente la necesidad de la villa y caso que se haya de dar, se de licencia para Consejo general».
En dicho evento, celebrado en enero de 1652, en la plaza mayor, se decidirá dar hasta treinta libras para el socorro de Barcelona, «pese a los gastos en suministros que les ocasionaban a los vecinos el continuo paso y estancia de tropas por la población». Sobre esta cuestión vemos diferentes resoluciones, como la de 1653, cuando el Consejo particular aprueba hacer una «tacha» para el pago de esas treinta libras.
Igualmente, vemos otras decisiones relacionadas con las dificultades económicas de la villa en estos años de crisis, algunas relacionadas con los suministros de trigo o carne, pero las abordaremos en otra ocasión, nuestro libro de Jurados, da para muchos capítulos, es un gran tesoro.
JCM
Fecha de publicación: 18/03/2022