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¿Sabías que el rito chivano de “correr la traca” fue tradicional en Valencia y es antesala de la “mascletá” moderna?

     En la publicación Átame (nº 5), Juan García Estellés (El coeter), destacaba la tradición del uso del fuego festivo en Chiva, en concreto el rito de «Correr la traca», que fue tradicional en gran parte del territorio valenciano, los días de fiesta mayor (entre ellos, aquí, la «Mañanica de Pascua»), pero que hoy en día, se conserva en muy pocos lugares.

Mascletá en la Plaza, 1943. Archivo Luis Fenech

Además, García sugiere que ese ritual, cuya misión era purificar el recorrido procesional y está relacionado con el «Engraellat» (antiguo disparo de morteros con «masclets»), es la antesala de la actual «Mascletá» que, tal y como hoy se desarrolla mayoritariamente, nace a finales de los años cuarenta.

      De esta forma, el «Mestre», antes de iniciar la «Disparà», debía pedir permiso al más viejo de los presentes, al «Vell», persona más venerable. En palabras deSo Andrés Castellano Martí (libro: Agua y Fuego: Biblia Natural Valenciana): «…Y de la misma manera que cada compositor en su inteligencia armoniza una determinada música, cada Mestre de Traca en su inteligencia rechimenta una particular Mascletà. La Mascletà es siempre música, dada por el Tro, armonizada por el Mestre, y oída por todos cuantos asisten al Foc». Estaría concebida, pues, de forma más espiritual que la «Mascletà» moderna, mecanizada, que, para los puristas, sería mera pirotecnia. Algunos especialistas, como el mencionado, datan el origen de este fuego en 1714, tras la batalla de Almansa- Al mismo tiempo, Juan García, destaca que el «Engraellat», relacionado con él, «es uso y costumbre valenciana desde finales del siglo XIV o principios del XV, describiendo todo el ritual en el artículo de la publicación Átame, mencionado. Según este, en un principio, son los coheteros los que iban disparando los morteros en un ritmo in crecendo: «Primero se disparaban las cargas una a una, incorporándose progresivamente coheteros para dar mayor ritmo y cadencia a las detonaciones y se iban intercalando, al mismo tiempo, algunos «masclets» de mayor calibre para obtener una particular y singular cadencia. En el «Engraellat», el cohetero buscará crear melodías alternando las cargas de pólvora, pausas y ritmos. No busca la explosión molesta ni el sonido intenso y discordante. Busca en su disparo la armonía de un acorde musical», Y añade: «Los asistentes deben acudir para ver, oír y sentir alguna cosa más que un áspero y ensordecedor estruendo. Ahí está su diferencia con la pirotecnia moderna, no se trata de causar ruido sin más, quemar pólvora sin sentido, para provocar estupor o espanto; no se trata de ejercer «una aplicación tormentaria», como ya denunciaba en el siglo XIX Alejandro Buchaca, diferenciándolo del simbólico fuego antiguo; sino buscar la consonancia, el fervor y la alegoría».

     Por otra parte, aclara que esta antigua forma de disparar clavando los «masclets» en punta en el suelo, se modificará, elevándolos, a principios del XX, en una cuerda. Principalmente, por motivos tecnológicos (al haber más disponibilidad de papel), y prácticos, ya que incrementa la rapidez y facilita el tránsito de las personas; incluido el de la muchedumbre de niños, jóvenes y no tan jóvenes, que corren pegados a los explosivos, en ambos casos». Así García, relaciona o une el fuego del «Corretraca» con el del «Engraellat», sin embargo, algún legajo de nuestros archivos, podrían aportar más datos a esta tesis, sobre todo a la datación; también sobre otras modalidades de fuego. Nos referimos, en concreto y de nuevo, al Libro de Juradería que recoge las actas de los Consejos municipales desde 1648 a 1662 y sobre el cual publicamos, a finales de 2020, el libro: Los festejos de Chiva en el siglo XVII. Aquí encontramos algunas referencias a nuestras fiestas locales (las primeras documentadas), que indican que en estas fiestas tan significativas, además de pólvora, se usaba cordel (¿para elevar los petardos?). Lo vemos en acta de 31 de enero de 1650, respecto a los festejos patronales de los Santos Medios, cuando el Consejo ordena: «que se dé 20 libras de pólvora para la soldadesca y que se encargue al capitán de dicha soldadesca que se haga para la fiesta de los Santos y que lo demás de cordel y pólvora haga de conforme se acostumbra». El año anterior (enero), se había decidido: «que se le dé al Capitán de la soldadesca veinte libras de pólvora para la fiesta de los santos», igual que se hará posteriormente. Antes, ya vemos algunas notas en el mismo sentido del uso de la pólvora, referidas a esta y otras celebraciones. Así, por ejemplo, en acta de uno de junio de 1648, los jurados determinan el presupuesto para las fiestas del Corpus y San Juan, acordando «que se gaste en pólvora, cohetes, olores y cera lo ordinario en las fiestas del Santísimo y de San Juan». También, en junio de 1650, los jurados decidirán: «Que se gaste lo ordinario en las fiestas del Corpus y San Juan de cera, pólvora y cohetes y luces y otras cosas». En otra sesión de enero de 1649, vemos como el Consejo decide: «que se hagan las fiestas conforme otros años así la iglesia como fuera de ella así de pólvora, cohetes, sones, danza y comedias, …». Igualmente, en diciembre del año siguiente se decidirá: «Que para la fiesta de los santos se le dé al capitán lo que se acostumbra de pólvora y que haya danza para la procesión». Sin embargo, en Pascuas no vemos reflejado en estas actas ningún gasto del municipio (lo que no quiere decir que no lo hubiese) en pólvora, pese a que hoy en día es quizá el rito más popular. Sí lo hay para misas de las propias fiestas patronales, la Cuaresma, la Semana de Ramos o las propias Pascuas.

     Parece que, hasta entonces, como señalan algunos autores, solo se conocían esas típicas tracas corridas o corre-tracas («tracas corregudas»), como la nuestra. Se caminaba o se corría bajo el fuego (el «Tram de Tro») y a su paso, acompañándolo; no como ahora, que el público lo observa parado y a distancia. Así pues, la «Mascletà» natural valenciana seguía (como aún se intuye en nuestro pueblo) su ritual especial. Las gentes que llenaban las calles debían participar de ella, permaneciendo estáticos solo en caso de aglomeración; además, el «foc» debía empezar y acabar en una iglesia. Por otra parte, la «Rechimentà» (acción de montar un fuego, armonizarlo, prepararlo) estaba organizada por el «Mestre de Traca» (lo que hoy en día llamaríamos pirotécnico), y estaba considerada como un acto simbólico y sagrado, de hecho, el fuego que la prendía tenía que proceder de un lugar sacro, como las lucernas de los sagrarios de un templo.

      De esta forma, el «Mestre», antes de iniciar la «Disparà», debía pedir permiso al más viejo de los presentes, al «Vell», persona más venerable. En palabras deSo Andrés Castellano Martí (libro: Agua y Fuego: Biblia Natural Valenciana): «…Y de la misma manera que cada compositor en su inteligencia armoniza una determinada música, cada Mestre de Traca en su inteligencia rechimenta una particular Mascletà. La Mascletà es siempre música, dada por el Tro, armonizada por el Mestre, y oída por todos cuantos asisten al Foc». Estaría concebida, pues, de forma más espiritual que la «Mascletà» moderna, mecanizada, que, para los puristas, sería mera pirotecnia. Algunos especialistas, como el mencionado, datan el origen de este fuego en 1714, tras la batalla de Almansa- Al mismo tiempo, Juan García, destaca que el «Engraellat», relacionado con él, «es uso y costumbre valenciana desde finales del siglo XIV o principios del XV, describiendo todo el ritual en el artículo de la publicación Átame, mencionado. Según este, en un principio, son los coheteros los que iban disparando los morteros en un ritmo in crecendo: «Primero se disparaban las cargas una a una, incorporándose progresivamente coheteros para dar mayor ritmo y cadencia a las detonaciones y se iban intercalando, al mismo tiempo, algunos «masclets» de mayor calibre para obtener una particular y singular cadencia. En el «Engraellat», el cohetero buscará crear melodías alternando las cargas de pólvora, pausas y ritmos. No busca la explosión molesta ni el sonido intenso y discordante. Busca en su disparo la armonía de un acorde musical», Y añade: «Los asistentes deben acudir para ver, oír y sentir alguna cosa más que un áspero y ensordecedor estruendo. Ahí está su diferencia con la pirotecnia moderna, no se trata de causar ruido sin más, quemar pólvora sin sentido, para provocar estupor o espanto; no se trata de ejercer «una aplicación tormentaria», como ya denunciaba en el siglo XIX Alejandro Buchaca, diferenciándolo del simbólico fuego antiguo; sino buscar la consonancia, el fervor y la alegoría».

     Por otra parte, aclara que esta antigua forma de disparar clavando los «masclets» en punta en el suelo, se modificará, elevándolos, a principios del XX, en una cuerda. Principalmente, por motivos tecnológicos (al haber más disponibilidad de papel), y prácticos, ya que incrementa la rapidez y facilita el tránsito de las personas; incluido el de la muchedumbre de niños, jóvenes y no tan jóvenes, que corren pegados a los explosivos, en ambos casos». Así García, relaciona o une el fuego del «Corretraca» con el del «Engraellat», sin embargo, algún legajo de nuestros archivos, podrían aportar más datos a esta tesis, sobre todo a la datación; también sobre otras modalidades de fuego. Nos referimos, en concreto y de nuevo, al Libro de Juradería que recoge las actas de los Consejos municipales desde 1648 a 1662 y sobre el cual publicamos, a finales de 2020, el libro: Los festejos de Chiva en el siglo XVII. Aquí encontramos algunas referencias a nuestras fiestas locales (las primeras documentadas), que indican que en estas fiestas tan significativas, además de pólvora, se usaba cordel (¿para elevar los petardos?). Lo vemos en acta de 31 de enero de 1650, respecto a los festejos patronales de los Santos Medios, cuando el Consejo ordena: «que se dé 20 libras de pólvora para la soldadesca y que se encargue al capitán de dicha soldadesca que se haga para la fiesta de los Santos y que lo demás de cordel y pólvora haga de conforme se acostumbra». El año anterior (enero), se había decidido: «que se le dé al Capitán de la soldadesca veinte libras de pólvora para la fiesta de los santos», igual que se hará posteriormente. Antes, ya vemos algunas notas en el mismo sentido del uso de la pólvora, referidas a esta y otras celebraciones. Así, por ejemplo, en acta de uno de junio de 1648, los jurados determinan el presupuesto para las fiestas del Corpus y San Juan, acordando «que se gaste en pólvora, cohetes, olores y cera lo ordinario en las fiestas del Santísimo y de San Juan». También, en junio de 1650, los jurados decidirán: «Que se gaste lo ordinario en las fiestas del Corpus y San Juan de cera, pólvora y cohetes y luces y otras cosas». En otra sesión de enero de 1649, vemos como el Consejo decide: «que se hagan las fiestas conforme otros años así la iglesia como fuera de ella así de pólvora, cohetes, sones, danza y comedias, …». Igualmente, en diciembre del año siguiente se decidirá: «Que para la fiesta de los santos se le dé al capitán lo que se acostumbra de pólvora y que haya danza para la procesión». Sin embargo, en Pascuas no vemos reflejado en estas actas ningún gasto del municipio (lo que no quiere decir que no lo hubiese) en pólvora, pese a que hoy en día es quizá el rito más popular. Sí lo hay para misas de las propias fiestas patronales, la Cuaresma, la Semana de Ramos o las propias Pascuas.

      En fin, desde luego, este año, sí que, desgraciadamente, nos hemos quedado, de nuevo, sin poder correr la traca, sin el olor a pólvora, inseparable a cualquiera de nuestras celebraciones. Sin ese sonido evocador que es parte de su banda sonora y les da ritmo y sentido. Aquel que prende la mecha de nuestra memoria; que dan brillo a nuestros recuerdos; que dan chispa a nuestras vidas. Eso sí, mantenemos la esperanza de que pronto podamos volver a saborear esos rituales que armonizan nuestro devenir y marcan el compás de nuestro futuro.

JCM

     

Fecha de publicación: 307/04/2021

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