Hace unos meses, adjuntamos varios planos de Chiva, datados entre 1776-78 publicados en el libro coordinado por Antonio Sánchez González: El arte de la representación del espacio. Mapas y planos de la Colección Medinaceli.
Esta obra da a conocer una interesante colección iconográfica sobre cartografía y planimetría históricas, en su mayor parte inédita hasta ahora, compuesta por 630 mapas y planos de diversa tipología y temática, procedente del Archivo de la Fundación Ducal de Medinaceli (ADM).
Sin embargo, echamos de menos la inclusión en este libro de algunos diseños, sin datar, que encontramos en el mismo archivo, de un retablo para Chiva dedicado, principalmente, a San Juan Bautista. Estos esquemas los encontramos dentro de un legajo de noticias de la Baronía de Chiva desde la expulsión de los moriscos.
La primera de las trazas muestra la estructura de madera del proyecto. El retablo, de tres calles, aparece dividido en dos partes; una sección del esqueleto es más sencilla, mientras que la otra es más ornamentada, más en consonancia con el tono barroco o, más bien, rococó del interior de la iglesia parroquial de San Juan (1739-81), a la que podría ir destinado este espléndido elemento decorativo (de hecho, el planteamiento iconográfico, típicamente contrarreformista, de exaltación del titular y de las figuras de la Iglesia triunfante, es similar al del templo). Al pie de cada sección, se especifica su coste (ocho y once ducados, respectivamente). A continuación, también se incluyen las medidas y una valoración del coste de pintar al óleo y dorar el retablo.
En el segundo de los bocetos se detallan las escenas pintadas (quizá alguna esculpida) que se incluirían en las distintas partes del retablo. Así, en el ático, se propone una crucifixión (con María y Juan Evangelista), como es habitual en el aparato simbólico de este tipo de estructuras que proliferan en los templos desde el Concilio de Trento (1563). Esta tabla estaría rodeada (en las polseras superiores) de las figuras de Pedro y Pablo, santos pilares de la Iglesia y de Dios Padre en lo más alto. Además, coronaría el conjunto los escudos de Chiva (se especifica que con el castillo y las diademas) y de la dinastía de los Moncada, muy dada, por cierto, a financiar, en sus dominios, empresas religiosas de esta y otras índoles, como podemos ver en diferentes legajos del ADM.
Bajo esta alegórica escena (segundo piso) y en la calle central (sobre la escena de Jesús en el sepulcro) estaría la figura del Bautista, santo titular del nuevo templo de nuestra villa (quizá esculpido) y rodeando a éste (calles laterales), diferentes escenas de su vida: Natividad, predicación en el desierto, bautismo de Cristo o su martirio ordenado por Herodes, el episodio más dramático y que en la iglesia de Chiva se sitúa en los pies, a la salida, para recordar al fiel la fugacidad de la vida y la forma de alcanzar el cielo. Esa gloria que anuncia Juan, precursor de Jesús, primer profeta, primer anacoreta y primer y más grande de los sacerdotes; también el primer mártir. De hecho, las polseras laterales está ocupadas por otros santos mártires, como Bárbara, Sebastián, Catalina o Lorenzo; además de dos santos evangelizadores como Domingo o Francisco. Santos que poseen virtudes como la lealtad, la obediencia, la pureza, la fe o la castidad y que son modelo de ejemplaridad. Unas figuras, como la propia Virgen (que aquí también adquiere un gran protagonismo), además, muy cuestionadas por los protestantes (observan en ellas vestigios de paganismo) y de ahí, su proliferación y exaltación en el arte católico, preocupado por contrarrestar el empuje de las doctrinas reformistas. Así, veremos en el banco o predela diferentes episodios históricos de María, como la anunciación, salutación, natividad, resurrección, asunción, etc.
Aunque, como hemos dicho, no sabemos la datación exacta de este proyecto, dado que se iba a colocar el escudo de los Moncada en el retablo, parece que es anterior a 1756, pues ese año el título de Marqués de Aytona y sus anejos, entre el cual se encontraba el de Barón de Chiva, pasó a la Casa Medinaceli, en la persona de Pedro Fernández de Córdoba-Figueroa (hijo de Teresa de Moncada y Luis Antonio Fernández de Córdoba-Figueroa. No obstante, es un documento muy interesante que nos da pistas sobre la construcción de nuestra iglesia, sobre la fascinante historia de nuestro pueblo. JCM
Fecha de publicación: 20/01/2021