Si la semana pasada hacíamos mención desde esta sección a un plato de nuestra gastronomía relacionado con los esponsales, esta semana, vamos a destacar una significativa pieza de nuestra artesanía que también gira entorno a estos rituales. Se trata de un magnífico exponente de nuestra alfarería de agua que encontramos en la importante colección de Barros con Alma, de Luis Porcuna Chavarría, que expone gran parte de sus fondos (1500 piezas de cerámica de entre los siglos XVI-XX) en el Convento de las descalzas de Osuna (Sevilla). Se trata de un antiguo y precioso cántaro vidriado de “culo estrecho”, con unas esbeltas proporciones (48 cm de alto x 25 cm de ancho -con 7 cm. de boca y 9 de base-) y decoración vegetal; en concreto un cántaro de los llamados: “de novia”.
Como sabemos, se denomina “Alfarería de novia” en nuestro país, al conjunto de cacharros de barro asociados preferentemente a la alfarería de agua (cántaros, jarras, botijos); aunque también incluye algunas piezas de alfarería de fuego, como la olla de boda manchega; pieza típica de localidades como Castellar de Santiago. Todas ellas, tienen un gran valor simbólico y etnológico por su protagonismo en determinados rituales tradicionales en las relaciones de pareja. Así, el cántaro de novia era una pieza decorada que, tras hacerse público el compromiso, los hombres regalaban a sus prometidas, con la intención de que ellas lo usasen hasta el día de la boda, guardándolo luego con el resto del ajuar. Más que un presente, era una especie de simbólico signo de posesión (o de “reserva de plaza”), que las novias solían exhibir con orgullo. Venía a anunciar el hecho de que la moza pronto cambiaría el destino del agua porteada, desde la fuente a casa de sus padres, para llevarla a la que sería su propia casa.

En algunas zonas, de tradición cerámica, era la familia de la novia la que costeaba el ajuar donde iba incluido el cántaro y que antes de la boda se colocaba en el portal de la casa, para que los vecinos pudiesen admirarlo. Según qué localidades, como hemos insinuado, en lugar de cántaros, podían regalarse jarras, botijos, ollas, gánigos o pucheros de novia y, en el caso del cántaro, en muchos casos, como en nuestro pueblo, es totalmente vidriado y con una decoración muy singular. Su originalidad estribará, la mayoría de las veces (como la pieza chivana aludida), en el festoneado: rica decoración incisa, excisa o pintada que llevaba en el cuello y en la parte superior del cuerpo. Además, con una ornamentación similar, se podía rematar la pieza con una airosa tapadera a modo de corona que, en el caso de la pieza a la que dedicamos este artículo, no la tuvo o la no la conserva. Igualmente, en lugares como Salvatierra de los Barros (Badajoz), se modela con dos asas (inicialmente sólo con una) y las iniciales de los novios (podemos ver algún ejemplo, también, en nuestro pueblo).
Así pues, hay espléndidos ejemplos de estos cántaros de ajuar, además de en Chiva, en otras localidades alfareras como Alaejos, Astudillo, Cebreros, Calanda, Fuentelespino de Moya o Tiedra, por ejemplo; o en las valencianas Chelva o Agost. De hecho, el Museo Municipal de cerámica de Paterna, eligió como pieza emblemática para 2012 uno de estos recipientes de novia.
Hay que dar las gracias, pues, a la familia Porcuna por reunir pacientemente, a lo largo de dos generaciones, este gran tesoro patrimonial, para qué, ahora, las podamos contemplar. Un tesoro del que forma parte una pieza única de nuestra alfarería, de esas que, aquí, tradicionalmente, no hemos sabido valorar. En la web Barros con Alma, Alfonso Pleguezuelo, Académico de la internacional de cerámica de Ginebra, nos aconseja, respecto a estos objetos: “No pases de largo antes ellos. Contémplalos como lo que realmente son ahora: reliquias del pasado, fragmentos de nuestra vida y, sobre todo, testigos de la de nuestros antepasados. Si los miras pausadamente podrás ver en ellos las huellas indelebles del paso del tiempo, su humilde y discreta apariencia, sus ásperas texturas naturales, sus elegantes siluetas torneadas con humanas formas, sus brillantes esmaltes cristalinos, sus adorables imperfecciones, sus superficies satinadas por el repetido roce de la mano humana que les daba vida: su nobleza.
Les invitamos, pues, desde aquí, a que, a falta de un espacio público que reúna esos vestigios cargados de memoria, contemplen, si pueden, esas piezas humildes que todavía perviven en algunas de nuestras casas; a que admiren sus seductoras formas, sus resplandecientes pátinas, porque allí se refleja el ánima apasionada de nuestro pueblo y de sus gentes…
*Imagen extraída de la web: www.barrosconalma.com
JCM
Centro de Estudios Chivanos (CECH)