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¿Sabías que existe un grabado de la Virgen del Castillo, hecho por el prestigioso pintor del XVIII José Camarón?

  El pasado domingo, los portadores de la Virgen del Castillo volvieron a subir a la patrona de Chiva a su ermita, tras una excepcionalmente larga estancia en el pueblo, debido a la crisis sanitaria. Así, pues, aprovechando la ocasión, queremos hacer llegar a nuestros lectores, desde el CECH, un grabado de La Morenica, que encontramos en el Depósito académico digital de la Universidad de Navarra.

Se trata de una obra de José Camarón Bonanat (o, seguramente, «Boronat», como señala Sanchis Guarner), uno de los artistas valencianos más destacados del siglo XVIII, editada en 1759 en Valencia por Hipólito Ricarte (fl. 1752-1785), como se indica al pie del dibujo. Igualmente, aquí también se puede leer la nota: «Quatro Iltmos. S.s D. Andrés Mayoral, etta. concedieron 160 días de Indulgencia rezando una Salve delante de esta Sta. Imagen». Hay que reseñar que Andrés Mayoral Alonso de Mella fue arzobispo de Valencia entre 1737 y 1769; y que encontramos una leyenda similar en otros grabados de la Virgen, como el de los gozos que se conservan en los Archivos de la Catedral de Valencia: «cuatro Il(ustrísi)mos S(eño)res Obispos concedieron 200 días de indulgencia rezando una Salve ante esta santa imagen».

En cuanto a Camarón, podemos reseñar que nació en Segorbe el 18 de mayo de 1731 y fue miembro de una importante saga de artistas. Así, inició sus estudios artísticos con su padre, el escultor y arquitecto oscense Nicolás Camarón (nieto del, también pintor, Pedro Camarón),cuando José tenía dieciocho años (igualmente, sus hijos, Manuel y José Camarón Meliá, serían pintores). Al morir su padre continuó sus estudios con su tío, el miniaturista alcireño Eliseo Boronat, y con el fraile dominico y pintor rococó Miguel Posadas.

En 1752 se trasladó a Madrid con el objeto de perfeccionar sus estudios y en esta primera etapa se dedicará a la pintura de paisajes, miniaturas y a copiar las obras de los maestros del barroco. En 1754 regresará a Valencia, donde será nombrado profesor de pintura en la recién creada Academia de Santa Bárbara, si bien seguirá manteniendo contactos con la capital. De hecho, la Academia de San Fernando de Madrid le aceptó en 1762 como miembro de mérito; mientras que en 1768 figura entre los fundadores de la Academia de San Carlos (junto con Ignacio y José Vergara, entre otros prestigiosos artistas), donde desempeñó la plaza de Director de Pintura y, entre 1796 y 1801, el puesto de Director General.

En esta época será uno de los pintores más influyentes del levante español, compartiendo trono sólo con «nuestro» José Vergara; de ahí que el catedrático Francisco Pérez Bayer, le encargara que decorara con sus pinturas la iglesia de Santo Tomás de Villanueva, que estaba acabando de construir en Benicassim. Allí trabajará, hasta 1776, junto a los artistas de mayor renombre en nuestro territorio, como el escultor José Esteve Bonet o el arquitecto J. Ibáñez.

Además de este encargo, Pérez Bayer, le confiaría otros en distintos organismos valencianos y catalanes. Pero siguiendo con la pintura religiosa, hay que resaltar los veinte retablos realizados entre 1781 y 1783 para la catedral de Valencia; mientras que, en Madrid, está presente en los lienzos de la serie de San Francisco el Grande (1788-1789). Así mismo, hay que destacar los frescos de la catedral segorbina que inició en el año 1800. Tras su muerte, ocurrida tres años más tarde, la obra fue continuada por su hijo Manuel que la finalizó en 1806.

En realidad, nuestro artista, fue un pintor fecundo que trató todos los temas y, quizá, sean las escenas de género la parte más lograda de su obra. Éstas destacan por su carácter festivo y por sus protagonistas estilizados, de los que emana un típico encanto rococó, creado por medio de pinceladas cuidadas y tonalidades alegres. Muchas de las delicadas escenas de Camarón se acercan a las exquisitas composiciones de Antonio Carnicero o de Luis Paret y Alcázar. Entre ellas, podemos destacar las dos escenas que guarda el Museo del Prado donde es patente su estilo refinado y elegante.

Como hemos insinuado, además de introducirse en todos los géneros, dominó las diferentes técnicas pictóricas, incluido el pastel o el grabado al aguafuerte. Así, produjo un sinnúmero de dibujos para estampas, grabadas algunas por él mismo. Un buen ejemplo, sería la que lleva por título: El Padre Eterno, que reproduce el techo pintado por Francisco Bayeu, hacia 1791, en el oratorio del Palacio de Aranjuez (un ejemplar de éste se conserva, también, en El Prado). Otra muestra serían las veinticinco ilustraciones para Vida, excelencias y muerte del gloriosísimo Patriarca S. José, de José de Valdivieso; o las treinta y una láminas para la edición del Quijote de 1777; o las ilustraciones que realizó para la edición de lujo de Pellicer, de 1797.

Precisamente, en un artículo anterior de nuestro blog, mostramos otra estampa que también se debe a la mano de Camarón: el retrato de Hugo de Moncada(Chiva, 1476-Capo d’Orso,1528). Un grabado impreso por el célebre artesano Fernando Selma (1752-1810), discípulo, por cierto, de José Vergara, que aparece en la publicación Retratos de Españoles ilustres con un epítome de sus vidas (1791-1819), editada por la Imprenta Real y Real Calcografía.

No sabemos si la elección de Camarón para representar estas imágenes tendría que ver con su gran maestría como artista y, concretamente, en esta técnica; o incluso (sería otra hipótesis) también podría influir el hecho de que el pueblo de este pintor, Segorbe, fuera, igualmente, una villa propiedad de la Casa Medinaceli, como la nuestra. Pero el hecho es que, mediara o no esta poderosa dinastía, de alguna forma, en los encargos, tenemos el privilegio de tener otro gran artista valenciano unido, trascendentalmente, a nuestra historia.

JCM

Fecha de publicación: 15/12/2021

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