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¿Sabías que hace un año murió nuestro artista plástico más internacional?

  Hace tan solo un año, el 10 de noviembre, moría José Morea Margós (Chiva, 1951-2020), a los 69 años de edad, uno de los creadores valencianos más reconocidos, figura clave en la renovación del lenguaje pictórico de finales del siglo pasado.

La obra de nuestro paisano, se encuentra en museos y colecciones nacionales e internacionales. Así, podemos ver sus creaciones en pinacotecas como El IVAM, el Reina Sofía, el Museo de Arte Contemporáneo Recife de Brasil, el Salvador Allende de Chile o el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, entre otros. Asimismo, colecciones como la del Ayuntamiento de Valencia, la de la Diputación de Valencia, la Martínez Guerricabeitia, la Fundación Mainel o la Fundación Telefónica de Madrid, también conservan algunas de sus creaciones.

Morea, que había participado en decenas de exhibiciones colectivas,recibió en 1980 la Beca del Ministerio de Cultura para artistas jóvenes. Un año después, también obtuvo la Beca de la Casa Velázquez del Ayuntamiento de Valencia y ya en 1984, la del Ministerio destinada a la formación de profesionales en Artes. A partir de ahí, el artista realizó innumerables proyectos. En su currículum consta haber vivido y expuesto en diferentes ciudades españolas (Mallorca, Barcelona, Madrid o Valencia), así como en otros países como Italia, Brasil o Portugal, entre otros. Su última exposición sería en el MuVIM de Valencia, ya enfermo, en 2019: Moreatón.

Precisamente, en una entrevista con motivo de ésta, Pepe se jactaba, sarcásticamente, de haber «vencido al bicho», a la muerte, con la que llevaba «jugando al ajedrez», como ocurre en El séptimo sello. En esta muestra premonitoria, el artista chivano mostraba irónicamente tres momias (entre ellas la Momia J.M.), como otras que hemos visto emplear simbólicamente, a lo largo de su trayectoria; también varios árboles (cedro, ciprés), con formas sinuosas y muy verticales, con aves a su alrededor. Unos elementos que incitaban metafóricamente, como el propio título, a la reflexión, a la meditación mística sobre nuestro tránsito por la vida y la preparación para afrontar el último viaje al más allá: esa gran ascensión, esa gran aventura.

Entonces se burlaba de la muerte: «soy cáncer, pues hala, jódete»; porque el pintor de las siete vidas, de los siete viajes, como siempre, afrontaba esta nueva etapa, con esta vitalidad que siempre le caracterizó. Porque Pepe sabía que quien huye de la muerte se aleja más de la vida y que solo el que ama la vida, no teme esa travesía. Así, en la inauguración de esa última exposición que hemos mencionado añadía: «la muerte la tengo asumida, la he visto mucho».

Este nómada que rompió todos los moldes y todos los géneros, siempre viajó, en todas sus vidas, con valentía, con optimismo; porque para él, cada viaje era una nueva oportunidad, una nueva epopeya. Volvemos a desear, pues, que así sea el último tránsito de nuestro gran «hijo pródigo», que se prolongue esa pasión que sintió por la vida, quizá en otra dimensión, más allá de lo perecedero de lo pasajero; porque él, como su arte, siempre coqueteará mordazmente con lo eterno. Nosotros, desde el CECH, como muchos otros, seguiremos recordándolo.

JCM

Fecha de publicación: 11/11/2021

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