Sabemos que el viejo libro de jurados que conserva el Archivo Municipal, donde podemos ver las actas de los consejos desde el año 1648 a 1662, nos aporta datos muy reveladores de una época crítica. Un periodo difícil en lo económico debido a las malas cosechas (con un pronunciado cambio climático que afecta al campo), a los efectos de diferentes epidemias, o a los conflictos bélicos en los que participó directa (soldados) o indirectamente (financiación) nuestra Villa; pero, sobre todo, a la expulsión de los moriscos, los viejos pobladores.
En esta ocasión, queremos ver algunas medidas que se toman a nivel localpara afrontar esta crisis, dejando de lado aspectos que hemos analizado en otras ocasiones, como las mismas providencias para atraer nuevos repobladores o las disposiciones sanitarias para atajar la peste; y aplazando el tema de la participación militar, para otro artículo. Así, entre otros asuntos que el legajo refleja en materia de suministros, impuestos, posesiones u ordenanzas locales, por ejemplo, advertimos las dificultades para obtener suministros de trigo, para colmar la «cambra» municipal. De ellos, igualmente, se deducen los graves apuros económicos de los señores de Chiva, la dinastía de los Moncada, una de las más poderosas del país.
Esta cuestión, por cierto, también la podemos observar en diferentes documentos del Archivo de la Fundación Ducal de Medinaceli (ADM), en el de la Corona de Aragón (ACA), o en el del Reino de Valencia (ARV), que citamos en el libro publicado por el Centro de Estudios Chivanos (CECH): Los festejos de Chiva en el XVII. Retazos del libro de Jurados de los años 1648-1662. Estos recogen algunos de los numerosos pleitos, en los que se vio envuelta esta familia que parece que motivaron, por ejemplo, el secuestro de la baronía de Chiva, entre otras, al principio de esta centuria. El hecho de ocupar importantes cargos en la corte, hace que tenga que reclamar ayuda a nuestra Villa, igual que a otros lugares de su dominio, tanto monetaria como de efectivos armados, para sufragar, entre otras cosas, sus importantes gastos en campañas militares, pero, curiosamente, pese a estas adversidades, el patrimonio de los Moncada no dejará de crecer en este siglo y Guillem Ramón y Castro, que accede, en 1635, al título de marqués de Aytona, llegará a ser el personaje más influyente de la Corte.
Precisamente Guillem murió en la campaña del Rosellón, de 1674, pero ya antes, vemos cómo afecta su estrategia política a nuestra población. Por ejemplo, en el Consejo General de catorce de abril de 1652, se debatirá acerca de la carta del marqués de febrero del mismo año, en la cual pide ayuda a la villa para pagar 8000 ducados que debe a uno de sus acreedores. Asistirán al consejo Nicolás de Navascues, como procurador del Marqués, y Joan Bautista Corachán, gobernador de la Villa; y en él los vecinos decidirán: «que se ayude al sr. marqués con 500 libras, moneda de este reino, pagadoras en cinco agostos (1652 a 1656), que son 100 libras cada agosto, cuando su excma. nos haga auto de perdón de todas las heredades censadas y nos firme un cabreo general estableciendo así llevar otra cosa alguna. Y que si no se admite este servicio por el ya dicho procurador del sr. marqués se escriba una carta al marqués y sino surgiere efecto que vaya un síndico en persona» (se refiere al derecho de cabrevación que corresponde al dueño del señorío). Por otra parte se determinó: «que si se puede negociar donando 400 libras en el agosto de este año 1652, se concrete y se tome el dinero en donde se hallase. Las 300 libras a interés mercantil y las 100 libras se saquen del cuerpo de la Villa». Se le ofrecieron las 400 libras pagadoras en agosto de 1652 y se recibió auto de perdón de comiso.
De esta forma, en consejo de 21 de agosto del mismo año, se decidirá para recaudar dinero para ese compromiso «que se hable al rector acerca de la Redonda que vea si Bernardo Martínez quiere dar las 400 libras por cuatro años de la Redonda, …o 300 por tres años y si no que no se le dé y se busque por otras partes». Y en noviembre se decidirá sobre la misma cuestión «que se acabe de entregar el dinero de las 400 libras a Nicolás de Navascues que se le diga que se ha acabado de pagar que venga por la aquí para hacer el cabreo». En este punto, hay que reseñar que la «Redonda» sería la zona de pastos comunales o bovalar y que, sobre su uso y el tipo de ganado que en ella pasta, podemos enlazar con el artículo de esta semana del Centro de Interpretación del Torico (CIT).
En otro orden de cosas, relacionado con las dificultades económicas de la villa en estos años de crisis, se constata también en el libro de Juradería, como hemos comentado, los problemas en los suministros de trigo o carne. Esto lo podemos cotejar, por ejemplo, en el acta de treinta de septiembre de 1648, en la que el Consejo determina «que no se permita que el gobernador tenga el abastecimiento de carnicería». Para controlar estos suministros, el consejo elegirá cargos como el de «Vehedor»; u otros como el de «motacén», «alfarrazador», «cambrero» o «colletores» de la sal, cequiaje o pastos; igualmente jueces contadores, guardianes para la huerta y, por supuesto, otros jurados.
Vemos, también, como los regidores se ocuparán, igualmente, de aprobar diferentes normativas como las de ganados o riegos, y del aprovisionamiento de trigo para nutrir la «cambra» municipal. De ella saldrá el trigo con el que se auxilia a los vecinos en general y a los más necesitados en particular. Así, por ejemplo, en mayo de 1652 el Consejo decide que se den dos barchillas de trigo a Joan García, a pagar para San Juan, por estar enfermo y tener necesidad. En este punto, podríamos reseñar que en el inventario del vecindario de 1646 que se conserva en el ARV, ya se subrayaba la condición de «pobre» de alguno de los pobladores. Al píe del documento también se aclara que: «Los sobredichos pobres los socorre la villa con alguna limosna». Además, siguiendo esta línea, podemos observar en el libro del Consejo, como poco a poco, el ayuntamiento va teniendo más recursos, así en abril de 1657 el Consejo aprueba «que se de trigo a los pobres que ha sobrado de los colmos de la cambra».
Por otro lado, también vemos decisiones como la de buscar doctor o arrendar casa para el médico o al cirujano; así como acordar su salario, entre otras. Igualmente, podemos observar, las diferentes obras que aprueban los regidores, como el mantenimiento que se hace de los cequiajes, entre otras. Tenemos resoluciones, como por ejemplo la de 1654 en la que se decide que «se dé a Marcelino Tarín para que pueda mudar el agua que pasa por el portal del Convento con que haya de hacer la acequia y los dos puentes que ahora y …». Posiblemente se refiera a la obra de los llamados popularmente «canos» de la entrada a la población, de los que actualmente solo quedan algunos restos de uno de ellos junto a la Casa de la Música. También hay diferentes referencias al adobe o el mantenimiento de la balsa de la plaza.
Además, sí se acuerda, entre otras cosas, «que se adoben los puentes del portal del convento y el del camino de Buñol por donde se va a las viñas y tierras de la marjal…», mientras que, como curiosidad podemos leer como se desiste de «responder a la petición de ayudar a traer agua del Júcar» ; o como se aprueba proveer de agua de la marjal al llano de Quart. Parece que este humedal tenía ya una gran importancia económica para el pueblo, era su gran vivero, no hay que obviar que, como señala Toni Martínez (Átame, nº8), en el siglo XVIII, Chiva era una de las pocas zonas de nuestra región especializada en el cultivo del arroz.
Otros ejemplos a destacar, serían las obras de la casa del hospital, las paredes de la cambra, o la que se aprueba en abril de 1657, de «la pared mediera de la abadía con Don Gastón. Entonces se decide «que se obre a costa de la villa y la otra mitad que lo pague don Gastón» (Éste podría ser Gastón de Moncada, hermano del señor de Chiva). También se aprueba la reconstrucción del techo de la obra de la torre, en agosto; sin embargo, por contra, se decidirá, ya en 1658, no actuar en la obra del coro del mismo templo de San Miguel, replicando al rector la falta de dinero en la villa y la arbitrariedad de esta decisión.
Así pues, en nuestro libro vemos cómo los vecinos seguirán haciendo frente a numerosos asuntos básicos y, a la vez, hacerse cargo de los impuestos a los que les someten los señores. Sin embargo, nuestra baronía irá creciendo progresivamente económica y demográficamente. De hecho, ya en el siglo XVIII, la Villa de Chiva y el lugar de Godelleta, considerados a nivel económico una única unidad político-administrativa, llegarán a ocupar el segundo lugar entre las baronías que más rentas aportan a la Casa ducal, tras Benaguacil. Y, a finales de siglo, pasará a ser la primera en territorios valencianos y una de las que más volumen de rentas generará ya para los Medinaceli en toda España.
*Retrato de Guillem Ramón de Moncada. Marques de Aytona. Por Gaspar de Crayer.
Fecha de publicación: 03/08/2021