De nuevo, desde nuestra asociación queremos felicitarles las fiestas, el año recién estrenado y desearles que los reyes magos les traigan muchos regalos. En otras ocasiones ya les hemos hablado de la importancia de la fiesta y de los rituales comunitarios, como forma de ordenar el tiempo, de dinamizar la vida social. Hemos comentado cómo ese calendario festivo constituye todo un dispositivo cultural que se ha estructurado, durante muchos años, en función del ciclo agrario, siguiendo los ritmos incesantes de las estaciones climáticas.
También hemos incidido en el hecho de que, debido a las transformaciones sufridas en época contemporánea, que están en relación directa con los procesos de cambio político, cultural y socio-económico, nuestro calendario actual ha sufrido cambios notables. Así, lo observamos en la misma Navidad que todavía sigue siendo el tiempo de la ablución y el abuso, de los gastos desmesurados y los regalos, como viene ocurriendo desde tiempos precristianos.
Si bien el escenario doméstico sigue siendo el más importante y las familias continúan reuniéndose en banquetes suculentos, sobre todo, la Nochebuena, ya no pervive, ese día, el mismo bullicio en la calle. Aunque se mantiene, de forma simbólica y gracias a la colaboración de asociaciones como la Peña del Torico, la costumbre entrañable de los Calderos (reminiscencia de aquellas antiguas prácticas de expulsión del mal), los niños de los diferentes barrios ya no “compiten”, como hace unos años, por arrastrar las mayores ristras de objetos viejos de hojalata y otros elementos ruidosos por las calles; así mismo, éstos ya no golpean las puertas de madera con mazos y garrotes, de la misma forma que hacían sonar las carracas atronadoramente, por toda la villa, en el Toque de Gloria del Sábado Santo, ya en otro ciclo festivo del calendario anual.
De hecho, en otras provincias, también los chiquillos arrastran latas en otras festividades como, por ejemplo, para llamar a los reyes magos, antes de la cabalgata. Además, antes, pese a que hacía más frío, también se cantaban villancicos por las calles, acompañados de instrumentos de cuerda o con carracas y zambombas, en medio de una algarabía que solo interrumpía la “Misa del gallo”. Ahora éstos apenas se oyen y, solamente, en el interior de algunos hogares.
Por otra parte, en muchos de éstos, se celebra la costumbre “importada” del Papa Noel que, pese a las críticas, comparte origen pagano con los Reyes Magos y el mismo objetivo dadivoso. Éste, como el mismo árbol de Navidad son elementos que derivan de antiguos cultos europeos, que celebraban el solsticio de invierno; también la misma Navidad evoca las Saturnales romanas que señalaban la transición del año viejo al nuevo y celebran el nacimiento del dios Sol, en el momento en que comienza a alargar el día. Estaban dedicadas a Saturno, dios del tiempo, la abundancia y la alegría.
Los regalos en estas fechas parten de época muy antigua pues ya San Nicolás, el protector de los niños, los repartía, como el Father Christmas, Pere Noel, el Olentzero vasco, el Apalpador gallego o el Tió de Nadal de Aragón, Cataluña y norte de nuestra región, entre otros arcaicos benefactores.
Igualmente, como también hemos reseñado en otras ocasiones, si bien no se han mantenido, en el calendario laboral, los tres días festivos que seguían a la Nochebuena, sí que se conserva el del primer día de Navidad, las felicitaciones y la comida familiar. También hay otras variaciones en la actualidad, porque ya son pocos los hogares en que se come puchero con pelotas como otros días de fiesta gorda, y pocas las familias que matan el tito o que elaboran pastas en los hornos, para consumir esos días; tampoco se besa la mano del padrino cuando se va pedir el aguinaldo (otra costumbre que se va perdiendo). Además, ya no se celebran bailes esos tres días, por las noches, como antes se hacía a partir de la Purísima.
Igualmente, los regalos son obligatorios el Día de Reyes, así como la Cabalgata del día anterior. Además, ha adquirido relevancia, la Noche de fin de año, que se potenció a principios del XX, cuando aparece el árbol de navidad y la cena de las uvas. Eso sí, hoy la celebración es menos afectiva que hace unos años, cuando todo el mundo acudía a la Mutua a un baile donde mayores y no tanto, danzaban rodando el local.
Por otra parte, el día veintiocho de diciembre, con la Fiesta de los Inocentes, que apenas tiene eco, comenzaría ese antiguo ciclo carnavalesco donde triunfaban los ritos de inversión ritual, con bailes, estrenas, cantos, bromas, hogueras, etc., que se extendía hasta el principio de la Cuaresma. En esta época ya no se celebran los tres días de baile en Carnaval, como se hacía hasta los años sesenta de siglo XX, en los diferentes Casinos; sin embargo, ha cobrado mayor auge otra celebración: la de San Antón, aunque de ella hablaremos más adelante.
Ahora aprovechamos para agradecerles a los Reyes Magos que hayan tenido en cuenta nuestras publicaciones, sobre todo la última, dedicada a Fray Jaime de Chiva, para regalarlas a nuestros vecinos. De esta forma, nos hace partícipes de su felicidad en estas fechas festivas tan entrañables que forman parte de ese patrimonio que, como hemos insinuado, contribuye al encuentro, a la cohesión social; que objetiva la unidad del pueblo y lo proyecta hacia el futuro.
JCM.
Centro de Estudios Chivanos (CECH).