Encontramos en la Biblioteca Nacional el bando en el que Don Gastón de Moncada, Marqués de Aytona y señor de Chiva como Lugarteniente y Capitán General del reino de Aragón, mandó publicar, en nombre del Rey, Felipe III, para la expulsión de los «cristianos nuevos» o «moriscos», en 1.609.
Ésta supuso un acontecimiento capital en la historia de Chiva que quedará casi despoblada, como el resto de la comarca, ya que, como señala Atienza Peñarrocha, solo quedaron entre doce y unas treinta familias cristianas, de ahí que Gastón de Moncada concediera una nueva Carta Puebla.
Como ya sabemos, tras la conquista de Jaime I los musulmanes no fueron expulsados, más que en un pequeño porcentaje. Buena parte de ellos, sobre todo en las comarcas del interior del Reino, permanecieron fieles a los señores feudales, labrando las tierras y pagando los tributos exigidos. Pese a ello, en 1.608, en una reunión del Consejo de Estado, el valido de Felipe III, el Duque de Lerma, propuso la expulsión y ésta fue aprobada. Los nobles valencianos protestaron, en un primer momento, por el impacto, sobre todo económico y social de la medida, pero tras el compromiso de la corona en resarcir sus pérdidas con los bienes de las víctimas, buena parte de ellos, colaboraron de buen grado.
Como en otras ocasiones no hay un consenso sobre si hay una causa específica que provocó esta decisión. Seguramente hubo una confluencia de factores que hicieron que, poco a poco, la solución violenta, la expulsión de sus hogares, se abriera paso en los Consejos Reales. Entre ellos podemos citar la presión demográfica, o el resentimiento de gran parte de la población hacia los moriscos, que aún mantenían viejas costumbres islámicas, aunque en un grado menor que antes del Edicto de Granada de 1.567. A esta inquina se añadía los celos de muchos al ver como había moriscos con una situación económica personal más favorable que la de ellos, en un momento de recesión económica.
En cuanto a la cuestión religiosa, hay que reseñar que, a finales del siglo XVI, se decidió emprender una campaña de evangelización de la población morisca. Sin embargo, parece que ésta no se efectuó eficazmente, pues muchos de ellos, al llegar los sacerdotes enviados para convertirles, pretextaban no entender bien ni el castellano ni el valenciano, aunque esto, en muchas ocasiones, no fuera del todo cierto. Pero esa aspiración de mantener la fidelidad a sus raíces iba a ser fatal para ellos, máxime en una España que veía enemigos en todas partes.
Además, hay que recordar la antipatía que ya existía en nuestro territorio hacia éstos por parte de los agermanados, que se sublevaron en 1.521 (guerra de las Germanías), por su tradicional sometimiento a los nobles. Éstos hicieron uso de la violencia contra los moriscos obligando a muchos a bautizarse a la fuerza. La presión social, económica y religiosa continuó, incluso una vez sofocada la rebelión de los agermanados en 1.525, revelándose los moriscos de la Sierra de Espadán.
A la animadversión de los burgueses y el campesinado cristiano, se sumaba el recelo de los señores, por el rumor que corría de que estos moriscos ayudaban a sus correligionarios, los berberiscos del norte de África, en sus correrías y asaltos por las costas valencianas. Se temía que se pusieran de acuerdo con el gran enemigo de España en el siglo XVI, el imperio Turco, para realizar un desembarco masivo. Esa sería, pues, otra posible causa de su futura expulsión, aunque tras la insurrección de las Alpujarras y la promulgación del edicto mencionado, el peligro del apoyo a una invasión era casi nulo. Sin embargo, ese argumento, podía ser utilizado por algunos nobles y por el rey para justificar determinadas acciones o conseguir mayor prestigio.
Así, en la Baronía de Chiva el desarme de éstos, está documentado en 1.563, como vemos en varios libros de la Real Cancillería que conserva el Archivo del Reino de Valencia. En ellos se detallan las armas requisadas a un pueblo que irá aumentando en número, durante todo el siglo XVI. De hecho, en ese año había 147 casas de moriscos y en 1.609, cuando iba a efectuarse la expulsión ya serán 402, lo que suponía una población de unas 2.000 personas, frente a esas familias cristianas mencionadas.
Así pues, los antiguos pobladores que se habían convertido hacía siglos al islam, en su mayoría, para no tener que abandonar sus tierras y, tras la conquista de las tropas aragonesas, al cristianismo. Esos que se habían humillado a los nuevos señores y a los que habían ido imponiendo una nueva lengua, nuevas tradiciones y leyes, su cultura, … iban a recibir ahora el último golpe. Pero, de este episodio dramático, del genocidio, y en concreto del de los chivanos, hablaremos en el próximo artículo.
*Nota: La ilustración corresponde al cuadro Desembarco de los moriscos en el puerto de Orán, de Vicent Mestre.
JCM
Fecha de publicación: 02/02/2022