Como narra el investigador Domingo Fletcher Valls en su artículo La covacha sepulcral de la ladera del Castillo (Chiva), localizado en el Archivo de prehistoria levantina (ISSN 0210-3230, Vol. 6 1957, págs. 13-26), fue el 4 de febrero de 1953, cuando apareció, mientras se realizaban las obras de la N III, en la Cantera del Cano, este yacimiento arqueológico.
El alcalde de la Villa era, entonces, el Doctor Bernat y fueron los propios operarios e ingenieros de la carretera quienes se dieron cuenta de la relevancia de que sus hallazgos: restos humanos, cerámicas, hojas de sílex, puntas de flecha, hachas pulidas, etc. Así, los señores Carrascosa y Deval se pusieron en contacto con el erudito Almela y Vives quien a su vez traslado la noticia al renombrado arqueólogo Fletcher, que hemos mencionado y que, entonces, era director del Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia. Éste se personó allí junto al subdirector, Enrique Pla, y comprobando in situ la magnitud de los restos que habían quedado a la vista, determinando que era una cueva de enterramiento sepulcral de época calcolítica (IV-III milenio antes de Cristo). La primera conocida en la comarca, aunque con paralelos claros en otras zonas de la región, como ha subrayado la arqueóloga Begoña Soler, del Museo de Prehistoria de Valencia, en la publicación cultural “Átame” (Nº 6). Esta cultura, conocida también como “eneolítica”, se caracteriza por tener una economía basada, ya, en la agricultura y la ganadería. Además, trabajan por primera vez el metal produciendo piezas de cobre y poseían lugares específicos y simbólicos rituales de enterramiento.
Al parecer, según la misma técnica, la pequeña cueva de la ladera del castillo es un lugar de enterramiento secundario, es decir, antes los restos estuvieron sepultados en otro sitio, razón por la cual sólo se encontraron restos craneales y no del resto del esqueleto. Parece que esta es una práctica bastante habitual en esta cultura que realiza enterramientos colectivos y secundarios en cuevas y grietas acompañados de ajuares.
En concreto, en el caso de Chiva el ajuar que se pudo recuperar fue notable y muy significativo, como hemos insinuado: un cuenco de barro y varios fragmentos de otros vasos cerámicos, 2 hachas de piedra pulida, 3 azuelas, 4 puntas de flecha de sílex, 13 cuchillos de sílex, un punzón de cobre y varios punzones de hueso; también un puñal de sílex de color negro bastante excepcional que fue objeto de un minucioso análisis por parte del investigador del SIP (Servei d’Investigació Prehistòrica) Joaquim Juan Cabanilles, dado su gran singularidad, dentro del utillaje de este periodo. Según Fletcher: “se trata, indudablemente, de la mejor pieza del yacimiento. Es de sílex oscuro, perfil algo arqueado y superficie ligeramente cóncava, siguiendo la curvatura del nódulo del que fue desgajado. Sus extremos terminan aguzados, el inferior asimétricamente. Su cara superior presenta una estrecha mesa central que corre de punta a punta y separa dos anchas vertientes, los bordes están profundamente retocados, extendiéndose el retoque a la cara interna de la punta superior, mide 13,3 x 3,1 x 1,1”. Y añade: “Tanto por la calidad del sílex, como por su tamaño y bella factura, puede catalogarse como pieza de primerísimo orden, no siendo fácil encontrarle réplica entre los hallazgos similares españoles”.
Por otro lado, en cuanto al estudio de los interesantísimos restos de cráneos, hay que reseñar que,ya en el año 1957, fueron estudiados por el Dr. Miguel Fusté, del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Barcelona. Llegando a la conclusión de que los fragmentos podrían corresponden a siete individuos, pero que dado el estado de conservación sólo se puede reconstruir una bóveda craneal que corresponde a un individuo juvenil de entre 18 y 20 años. Sobre ésta versa su artículo: Cráneo dinárico-armenoide de época eneolítica procedente de Chiva (En el Archivo de prehistoria levantina. Vol.6 1957). Sin embargo, como desvela Soler, el avance de la osteoarqueología, ha contribuido a ampliar la documentación que de los restos humanos se tenía “prueba de ello es la revisión efectuada en 2010 por la arqueóloga forense Ángela Pérez Fernández, sobre la colección de restos humanos depositados en el Museo de Prehistoria, que ha permitido determinar finalmente que los restos pertenecían sólo a 4 individuos. Se trata de un individuo joven entre 18 y 20 años probablemente femenino, dos individuos juveniles-adultos (masculino y femenino) y un individuo probablemente masculino, senil, de unos sesenta años que presenta una osteoporosis avanzada y deformaciones propias de la avanzada edad”. Y añade: “Como vemos, a pesar de los avatares de la excavación y de los más de cincuenta años transcurridos, los restos recuperados en la Covacha de la ladera del Castillo siguen proporcionando información sobre una comunidad agrícola, que debió vivir en las proximidades del cerro del Castillo y que decidió realizar en esta grieta de la montaña un ritual de enterramiento hace 4000 años”.
JCM
Centro de Estudios Chivanos (CECH)