La manipulación histórica a la que se ve sometida brutalmente España desde hace tiempo es una circunstancia que nos afecta a todos lo creamos o no. Dice el Doctor en Historia Juan Marcelo Gullo Omodeo al respecto: “el presente no importa, modifica el pasado y controlarás el futuro”. Ciertamente ahora mismo en la historia de España es así.
Ejemplos hay muchos, unos más escandalosos que otros y por desgracia en un mundo sin escrúpulos vemos como se conmemora con dinero público un quimérico bicentenario de la policía nacional con un insostenible encaje histórico atendiendo siempre a la ingente documentación de época que existe que desmiente tal efeméride, por citar un actual ejemplo evidente e impúdico.
Dudar actualmente se torna primordial y esencial, leer las fuentes primarias de la época, es la clave, está todo escrito. El manipulador cuenta con que la inmensa mayoría de gente no lo va a hacer y de esto se vale para componer su relato.
Llegados a este punto, hace mucho tiempo leía con estupor un artículo, firmado por Benedicta Chilet Llácer, Carles Peñarrocha Martínez y Josep Lluís Recatalá Melchor titulado [i]“Chiva y Cheste durante la primera guerra Carlista 1833-1840” publicado por los estudios comarcales de la mancomunidad el cual presenta múltiples fallos, pero al llegar al capítulo VI titulado “Últimas consideraciones” la carencia de más mínimo rigor documental se dispara. Con el aparente objetivo único de vilipendiar todo lo que versa en el facsímil que narra las glorias del Batallón de Milicia Nacional de la Villa de Chiva escritas por su Comandante D. Francisco Giménez Marín. Unas consideraciones que uno no sabría muy bien a que vendrían escribir si no fuese porque tiene muy malas intenciones y una animadversión seguramente a lo que fue Chiva en el siglo XIX y a la forma de conseguirlo. Unas consideraciones que para mí están evidentemente dirigidas, con el sólo fin de arrebatarle los laureles sellados con muchas vidas y sacrificios a “unos” en beneficio de “otros” que ni estuvieron ni de los que tampoco se esperó nada, con la incompresible intención de crear rivalidades entre dos localidades a fuerza, hermanas.
Pero antes de entrar en batalla, explicaré brevemente y por lo tedioso del tema el momento histórico y que era un batallón de Milicia Nacional. Se torna lamentable la interpretación de muchos autores al respecto ya que entender las unidades militares y paramilitares no es lo suyo, dándote cuenta de que no tienen ni idea y que todo lo que escriben es a su libre interpretación y por supuesto a conveniencia.
Históricamente en el año 1812, las cortes españolas exiliadas a Cádiz proclaman la constitución. Sin duda alguna un adelanto político que no iba a traer pocos quebraderos de cabeza a los españoles que veían al movimiento liberal como una salida a los problemas nacionales. En dicha Constitución, en el Capítulo II, artículo 362 y siguientes se establece la formación de la milicia nacional, un cuerpo civil y tan sólo militarizado en sus empleos, dependiente del Ministerio de la Gobernación hoy Interior; que debía proteger los derechos liberales que anhelaban muchos españoles.
Llegados al trienio liberal (1820- octubre de 1823), los militares constitucionalistas, tales como Francisco Espoz y Mina o Rafael del Riego, habían obligado al Rey Fernando VII a jurar la Constitución de 1812 y es en este periodo donde por primera vez se intenta, sin mucho éxito, que se constituyan por fin las milicias nacionales.
Circunscribiéndonos a nuestro pueblo estos hombres debieron de ser muy pocos, la primera prueba nos la da la ficha de miliciano nacional de Cheste Manuel López Aldaz Jefe de la Compañía de Cheste quien titulado de Primer Comandante de Milicia Nacional de Chiva y Cheste nos habla de que en un encuentro con los carlistas comandaba 13 voluntarios. La segunda circunstancia es muy llamativa y sospechosa, ya que los 52 chivanos que combatieron abiertamente al absolutismo de Fernando VII durante el trienio según versa en las memorias chivanas, prefirieron hacerlo en los [ii]Cuerpos Francos, otra unidad civil militarizada que al contrario que la MN, dependía directamente de los Capitanes Generales (militares), tenía su recompensa en el botín arrebatado al enemigo y se ascendía por méritos de guerra en una doble escala con el ejército entre otras prerrogativas.
Fijándonos pues en los tan sólo 13 primeros milicianos de Chiva y Cheste que hasta ahora podemos documentar, debemos entender que crear una unidad que, completa, ronda más menos los 1000 efectivos de gente voluntaria y altruista en unos momentos históricos donde políticamente la mayoría de gente no sabía muy bien que hacer, se tornó cuanto menos difícil.
Ante la evidencia de lo irrisorio del número de efectivos, los pocos voluntarios de Chiva y Cheste se unieron como antiguamente lo habían hecho en los Batallones de Milicia Honrada del Reino de Valencia durante la guerra contra Napoleón. Titulándose esta vez como Batallón de Milicia Nacional de Chiva y Cheste, que como indicamos se encontraba bajo el mando del chestano Manuel López Aldáz un liberal acaudalado, distinguido y de renombre, quien debido a los sucesos de 1823 y ante la poca operatividad de la milicia se le ordenó unirse a los Cuerpos Francos, más concretamente a la [iii]Columna de Bernardino Martí por lo que es evidente que la agregación a los Cuerpos Francos de este germen de la milicia nacional terminaba evidenciando un fracaso estrepitoso.
No obstante, y es una cosa que ocurre en la época, el chestano Aldáz siempre conservaría el título de Comandante del Batallón de Chiva y Cheste aunque no lo volviera a mandar nunca más. Un título que podía usar en sus escritos el resto de su vida y aunque probablemente hubiese comandado muy pocos hombres en aquel proyecto primario de batallón, siendo esta circunstancia la que ignorantemente se utiliza para agraviar a Manuel López y vilipendiar por los articulistas de los estudios comarcales, al Batallón de Chiva en general y en particular a su Comandante posterior, el chivano Francisco Giménez Marín.
Volviendo a la historia de España general, la restauración de Fernando VII en octubre de 1823, da inicio a la “Década Ominosa” llevando implícita los primeros días de 1824 la creación de las terribles Comisiones Militares y la exterminadora y odiada Policía General del Reino[iv], esta última famosa ser la responsable de la desaparición de miles de españoles como a los patriotas Mariana Pineda y el General Torrijos por citar unos ejemplos y de una tremenda persecución que fuerza al exilio a todo aquel liberal que no quiso morir a garrote vil o colgado y posteriormente descuartizado, adornando con su desmembrado cuerpo cualquier cruce de caminos. Teniendo como ejemplo local, el exilio del mismo Manuel López Aldáz comandante del ahora extinto batallón.
Fallecía el monarca Felón el 29 de septiembre de 1833, dando comienzo una guerra civil de proporciones desconocidas hasta entonces por los españoles, la Primera Guerra Carlista (1833-1840). Llegadas las noticias del fallecimiento del monarca de nuevo el chestano Aldaz, regresando de su exilio, corre a organizar el “Batallón de Milicia Urbana de Chiva y Cheste”, situación que dura hasta el 28 de febrero de 1834 que por Real Decreto de 16 de febrero de 1834,van a reorganizarlas con el nombre de Guardias Nacionales. Ambos cuerpos contaron con una doctrina pautada en forma de reglamento que no llegaba a cumplir lo estipulado para las Milicias Nacionales en 1812.
Esta Guardia Nacional llega hasta el 12 de agosto de 1836, fecha del Motín de la Granja de San Ildefonso, llevado a cabo por los sargentos y la tropa de esta guarnición real, quienes obligaron a la Regente María Cristina la madrugada del 13 a “poner en vigor todo lo estipulado en la Constitución de 1812” regresando toda España al “constitucionalismo prefernandino” y volviéndose a abrir el proceso de la “Revolución española” acabándose con la “transición desde arriba” del “Régimen del Estatuto Real” que como es evidente era una engañifa de la Regente.
A partir pues del 13 de agosto de 1836, con la imposición y regulación como Milicias Nacionales ambas unidades se separan definitivamente, si bien, sabemos a ciencia cierta que el ahora Batallón de Milicia Nacional de Chiva, pese a estar completo quedó totalmente inoperativo dos años, concretamente desde el 2 de abril de 1836 hasta que se le reactivó operativamente en marzo de 1838, momento en que se le ordenó reforzar la guarnición fija y volante de los Cuerpos Francos en Chiva y las unidades de zapadores militares que fortificaban la posición.
En cuanto a la situación de Aldaz éste ya había dejado de ser el Comandante del Batallón a finales de marzo o principios de abril de 1836.También se sabe que tras su retirada del mando del Batallón se produce una situación cuanto menos extraña, ya que va a pasar a ocupar la [v]Jefatura del Cantón de Chiva, una unidad de organización y gobierno territorial militar mandada hasta la fecha por al menos dos Coroneles militares de muy alto prestigio como lo fueron Eguaguirre y Minuissir cronológicamente. Digo raro porque el mando de un Cantón, era el equivalente a una Comandancia, Regimiento o Tercio, figura que mandaba y manda un coronel militar y Aldaz ni era coronel ni era militar, estando este cargo en total desuso desde el 2 de abril de 1836, simple y llanamente porque ya no había a quien mandar en el Cantón.
Para finalizar con Aldaz, decir que permaneció en esta vacante alrededor de 6 meses hasta la extinción total de este puesto por el cual y cosa rara también, no recibió ningún sueldo ni emolumento, aunque si sería recompensado finalmente con el muy importante puesto de Ayudante del Subinspector de la Milicia Nacional de la provincia de Valencia.
Importante es destacar que las Milicias Nacionales asumirían la seguridad ciudadana dentro de sus municipios a requerimiento de los alcaldes constitucionales encargados de la seguridad pública una vez se “abolió” por decreto de octubre de 1835 y decretos de 1836 a los restos oprobios de la policía general del reino, entrando en vigor todo lo estipulado en la Ley de 1812.
Siendo pues originalmente las milicias nacionales un servicio voluntario, en la guerra ningún pueblo aledaño a Chiva y pese a titularlos como tal, consiguió completar un batallón de infantería (6 compañías de fusileros, 1 compañía de granaderos, 1 compañía de cazadores y una plana mayor), a duras penas pudieron organizar a grupos de hombres dispuestos y con el suficiente arrojo para enfrentarse a lo que se les venía encima, titulándolos de batallones de MN aunque fueran incompletos o estuviesen en cuadro. En cambio el batallón de Chiva sí estaba completo y rondaría los 1100 hombres descubriéndose a lo largo de la feroz guerra como la unidad más distinguida y laureada de toda la zona. Como este sí fue genuinamente voluntario y como tal sobrevivió, cuando formaba en parada frente a las autoridades civiles o militares lo hacía el primero, sí, el primero de los del partido de su territorio, quedando nombrado ya con la denominación correcta de Batallón de Milicia Nacional Voluntaria de Chiva Primera del Partido, sin más mentiras y sin más añadidos.
Los mandos eran electos conforme a la Ley y de esta manera fue elegido el médico oriundo de Chiva Francisco Giménez Marín, quien en arreglo al tipo de unidad quedó como jefe de la misma con el grado de Comandante.
Las peripecias del Batallón fueron muchas, todo ello queda reflejado en el facsímil escrito en 1841 a petición de la Inspección General del Arma con sede en Madrid y titulado Memoria de los servicios prestados por el Batallón de MN de la Villa de Chiva. Una verdadera joya de nuestra historia local, motivo de insomnio de muchos a tenor por lo publicado por los estudios comarcales de la mancomunidad. Pero continuemos con lo que ocurría en aquel conflicto civil extraordinariamente sanguinario. Durante los últimos tiempos en el año 1837, las derrotas de los carlistas ante el Ejército Nacional (Liberal) en general, el fracaso de la expedición Real y la nueva ofensiva que se pretendía dar contra Cabrera en 1838, que anhelaba dar al caudillo tortosino una estocada definitiva y a ser posible mortal, llevaría al entusiasmo y hasta incluso encontrar el valor perdido a muchos de nuestros vecinos, que raudos corrieron a alistarse en las milicias nacionales de su pueblo donde ya hacía tiempo los reclamaban en una guerra que aparentemente languidecía y así de esta manera, crear por fin sus batallones al completo como por Ley se ordenaba. Hay que destacar que por Real Decreto se obligó a los ayuntamientos a completar la Milicia Nacional Efectiva con el total de los hombres comprendidos entre 21 y 50 años es decir, la milicia obligada del pueblo ya que no se esperaba ningún voluntario más. Pero el cariz que había tomado esa horrorosa y feroz guerra, donde los milicianos al caer prisioneros eran ejecutados inmediatamente de la manera más horrible posible, llevó a que las diputaciones y ayuntamientos a alistar por un lado, pero hacer la vista gorda por otro y de esta manera no mandar a los vecinos a nutrir las filas del arma que debía defender la libertad. También se ordenó que, caso de no ser una acción inevitable, no se estableciera combate directo con el enemigo ante el drama que suponía el normal resultado de la pelea con la pérdida de vidas en la milicia nacional por lo general hombres de cierta edad y cabezas de familia. Otras MN por el contrario, que ya estaban constituidas pero incompletas desde prácticamente el primer día de guerra tituladas también “voluntarias” que no habían sido vistas por los cercanos campos de batalla en todo lo que se llevaba de guerra, salieron de sus “funciones indispensables de retaguardia” y empezaron a verse con cierta asiduidad por determinadas zonas peligrosas, bajo el amparo y la protección que deparaban de tropas regulares del ejército isabelino. Pero de repente todo cambió; el fracaso del Teniente General Oraa en el asedio de Morella en agosto de 1838 y la destrucción total en Maella (Zaragoza) de la 2ª División del General Pardiñas, que murió acuchillado a los 36 años de edad al frente de sus hombres el 1 de octubre de ese mismo año, llevaron a que en 1839, de nuevo ya nada se volviese a saber de los batallones de nuestros pueblos vecinos: ni de los voluntarios, ni de los efectivos.
Y es aquí llegado a este preciso punto, donde quiero hacer un alto y contar un pequeño capítulo de la historia honrada y valiente del Batallón de Chiva y por tanto de nuestro pueblo, una de entre tantas proezas que de manera perversa nos quieren arrebatar, una pequeña y triste historia que es desconocida para muchos y de la cual debemos de sentirnos orgullosos, una pequeña efeméride que aparte de refrendar este artículo, nos debería de motivar para no permitir que nos confundan, no permitir que usurpen nuestro pasado y por supuesto, no permitir que ese pasado se mancille, atribuyendo los laureles del sacrificio a otros que no los ganaron. En la milicia, eso está muy, pero que muy mal visto y además es sumamente sucio.
La historia se da a finales de julio de 1839. El batallón de Chiva llevaba en sus filas 30 muertos y varios heridos de gravedad desde el mismo comienzo de las hostilidades allá por el año 1833. Chiva se había decantado incuestionablemente por el lado liberal y este compromiso le había hecho ganar en los campos de batalla sus cuatro títulos, si, digo bien, cuatro títulos y no tres como refleja también nuestro envidiado, atacado y desprotegido escudo heráldico.
Como localidad más apropiada para la defensa del territorio circundante, había sido elegida punto militar el año 1838. Esta situación llevaba a su Comandante Militar, a coordinar absolutamente todas las operaciones militares y policiales para salvaguardar, a modo de gobernación, el territorio, las gentes y los bienes y recursos de los pueblos de Chiva, Buñol, Cheste, Turis, Bugarra, Gestalgar, Godelleta, Alborache, Macastre, Pedralba, Yátova y Siete Aguas, todas directamente bajo su exclusiva responsabilidad. Desde el punto militar de Chiva se coordinaban operaciones de vigilancia con otros puntos militares, como el de Liria que era el más cercano y con el que más se colaboraba en estos menesteres, siendo habituales los peligrosos traslados de prisioneros.
Chiva se había convertido toda ella en dos fuertes defensivos, uno en la villa y otro en el castillo y en ella se encontraban de manera permanente unos pocos efectivos militares y paramilitares mayoritariamente de infantería fija de los Cuerpos Francos del Batallón Franco Voluntarios de Valencia bajo el mando del Capitán Gregorio Carra siendo éste el Jefe del Punto Militar de Chiva al cual no debemos confundir con el Jefe del Batallón de Milicia Nacional de Chiva que también se encontraba tras los muros de nuestra localidad bajo el mando de su Comandante Francisco Giménez, a su vez a las órdenes de Carra.
También habían tres “Compañías Volantes de Caballería de Cuerpos Francos”: la de Chelva al mando de su Capitán Melchor Clemente, la de Villar del Arzobispo al mando de su Capitán AntonioTruquet y la partida del Teniente Francisco Martínez y otra “Sección Fija de Caballería” al mando del Alférez Félix Lázaro así como individuos sueltos de la MN de infantería de la capital, muchos de ellos políticos locales de renombre que buscaban en nuestra épica localidad la fama y la gloria que deparaban las armas, trasladándose a Chiva como punto expuesto en extremo, ante las incursiones y asaltos carlistas como el protagonizado por Domingo Forcadell en marzo de 1838, cuando puso en jaque la posición durante dos días.
Como explicamos anteriormente el entusiasmo del año 1837 había hecho que muchas personas regresaran a sus hogares en las diferentes localidades donde se habían exiliado tras la Primera Batalla de Chiva el 2 de abril de 1836, lo que se traducía en un verdadero problema de orden público. Pronto, los jefes carlistas, con peores recursos y armas, pero muy bien organizados, valientes e inteligentes, observaron esta debilidad en el campo enemigo y se dispusieron a aprovecharla.
La gente se movía por los campos, caminos y pueblos desprotegidos aun a sabiendas de lo peligroso que era hacerlo ante los posibles secuestros que los llevarían a dar con sus huesos en las lúgubres e inhumanas cárceles de Cantavieja y Morella entre otras, pero, aun así, allí estaban.
El Capitán D. Gregorio Carra, Comandante Militar de Chiva en aquel año, se esforzaba en guarecer su misión militar de proteger el fuerte, el territorio y la gente aunque no debieran estar allí. De esta manera el 16 de febrero de 1839 detecta en Bugarra a un grupo carlista comandados por el Dulzainero de Liria, que irrumpe en la localidad con 20 infantes y 40 jinetes y tras robar unas algarrobas huye de la localidad sin poder ser apresado. El siguiente golpe no tarda en darse y tan sólo dos días después y a pesar de las prevenciones que había dado a los pueblos de su jurisdicción, un grupo de 20 jinetes irrumpe esta vez muy cerca, concretamente en Cheste, donde secuestran a 7 pudientes y se llevan varias caballerías, huyendo hacia Gestalgar. El mismo Carra se puso a la cabeza de las partidas de búsqueda, aunque ya nada se pudo hacer por aquellos desgraciados. La tensión no cesaba y no daba cuartel y de esta forma el 23 de febrero es detenida en Chiva una mujer que, enviada por Cabrera, buscaba a un sujeto de la guarnición al que debía de sobornar para poder traicionar y vender la posición y el castillo de Chiva abriendo sus puertas a los carlistas. Esta mujer espía, resultó enjuiciada y ejecutada.
Así discurría el año 1839, lleno de incertidumbres y peligros para los defensores de Chiva, unas incertidumbres que se tornaban en frustraciones que anhelaban poder desquitarse ante un escurridizo enemigo que nunca daba la cara y siempre parecía andar un paso por delante.
Por fin parecía que el momento de resarcirse iba a llegar. El previsor Jefe de Chiva temiendo por informes que los carlistas en un golpe de mano saquearan la localidad de Cheste con el objetivo de secuestrar a cuantos de nuestros vecinos que pululaban por su pueblo pudieran y como hacía poco había ocurrido, dispuso pues que por varios días la Compañía Volante de Cuerpos Francos de Chelva del Capitán Melchor Clemente se apostase en el campanario de la iglesia de Cheste y estuviese atenta ante una posible irrupción del enemigo, del que se sabía que codiciaba y espiaba la posición de Chiva permanentemente.
En efecto, la madrugada del día 21 de julio, 60 infantes y 15 jinetes carlistas irrumpen en silencio en el pueblo de Cheste, el Capitán Melchor Clemente con sus hombres de Chelva, atentos desde sus posiciones de la torre del campanario y aledañas abren un fuego sorpresivo a los secuestradores, alcanzando de lleno al oficial jefe de los carlistas que avanza al frente de sus soldados muriendo en el acto. En este punto de inflexión carlista, de nuevo Melchor Clemente al frente de sus voluntarios, sale de la iglesia y manda carga a la bayoneta por las calles. El enemigo aparentemente sorprendido empieza a huir, replegándose hacia las afueras.
Los Chelvanos dan la alarma en forma de toque de arrebato desde el campanario de la iglesia de San Lucas de Cheste y el Capitán D. Gregorio Carra, desde el fuerte de Chiva la extiende por todo el territorio ordenando dar la señal de alarma, haciendo tocar las campanas a arrebato de las iglesias de San Juan Bautista y de San Miguel y de la ermita del castillo enviando rápidamente a Cheste como apoyo más inmediato al Teniente Francisco Martínez con sus hombres y al Alférez Lázaro con 10 jinetes más del escuadrón fijo, estos a su vez son seguidos por un pequeño grupo de tropas de infantería y nacionales, parte de ellos siempre en vanguardia con inconsiderada intrepidez, mientras él agrupa a la poca fuerza disponible de Chiva eligiendo para la salida a las tropas que tienen asignada la defensa del castillo, formando una columna de batalla sin descuidar los puntos de alarma de la fortificación por si los carlistas tuviesen urdido un plan para tomarla cuando él saliese en ayuda de los de Cheste, es decir de los que combaten en Cheste.
Mientras tanto, los carlistas contraatacan, pero son de nuevo rechazados por los salvadores de Cheste, que ya han sido reforzados desde el fuerte con muchos milicianos del Batallón de Chiva, prácticos y conocedores del terreno.
En esos momentos Carra sale del fuerte con la columna de ataque e inicia la progresión hacia Cheste, como medida preventiva se coloca en el “Alto de Torrellas”, observando los combates que en esos momentos se dan en la lejanía por los campos de cultivo de entre las dos localidades y que parecen favorecer a los isabelinos que hacen huir al enemigo, pero… algo llama su atención, el enemigo a pesar de su inferioridad numérica y táctica, no huye en desbandada y no parece sorprendido. Por el contrario se repliega ordenado siendo entonces cuando en la perspectiva de la distancia, comprende que algo no va bien.
Ciertamente los carlistas no pierden la cara y los isabelinos en descubierta, son guiados misteriosamente hacia un gran y espeso olivar, el Comandante de Chiva comprende entonces que todo es una emboscada.
Sin esperar a que lo que pueda ocultarse en el olivar de la cara, ordena tocar retirada desde el pequeño alto. Los incesantes toques de corneta se tornan desesperados pero no son escuchados por algunos que arden embriagados en la oportunidad de escarmentar a los carlistas y otros que los oyen, no comprenden muy bien lo que ocurre y no entienden por qué se toca repliegue en un momento en que la victoria se toca con la punta de los dedos.
El toque de retirada trae consigo el horror, pues inmediatamente su sonido se extiende por los campos, de aquel misterioso olivar emergen 130 negros jinetes de la terrible caballería carlista de la Mancha, sus vestimentas no dan lugar a dudas, pues no llevan boina, [i]van tocados con un sombrero negro alto puntiagudo de terciopelo negro, adornado con infinidad de botones, medallas y madroños y rematado con una pluma negra de cuervo, en sus rostros pueden verse como predominan las grandes patillas y visten chaquetillas negras con cinco hileras de pesetas de plata a modo de chaleco antibalas, algunos jefes sustituyen las pesetas de plata por doblones de oro, pantalón corto de terciopelo negro, polainas de cuero marrón y grandes espuelas. Cada uno porta un cinturón ancho con cartuchera para 20 cartuchos y 4 pistolas, dos en el cinto y otras dos en los bolsillos del pantalón, en el caballo cuelga un ancho sable de la silla y en el arzón delantero llevan otras dos pistolas más grandes y uno o dos trabucos. Esta inequívoca caballería esta mandada por [ii]Vicente Rugero alias “Palillos” quien años atrás y tras el asesinato de sus familiares dictara su famoso bando de “muera todo bicho viviente”, la caballería es apoyada por otro grupo de infantería carlista, que a lo igual que el nudo de un lazo de caza, corren a ahogar a su sorprendida presa.
Ante tan dramática situación, el experimentado comandante de Chiva bajó al otro lado del barranco para centrar sus esfuerzos en atraer y detener a la caballería a la que esperó formado en masa, logrando con este movimiento salvar al grueso de la infantería isabelina que no dudó en dirigirse hacia él para evitar la muerte.
Por el contrario un grupo de milicianos nacionales de Chiva muy alejados de la columna de Carra, huyen de nuevo hacia el pueblo de Cheste, siendo esto su perdición y a pesar de que el Alférez Lázaro volvió hasta en dos ocasiones las caras al enemigo con sólo diez jinetes intentando con estas maniobras parar a un numeroso escuadrón enemigo que perseguía a la milicia, no lo pudo conseguir y los chivanos fueron muertos con tremendos sablazos y rematados sin piedad.
Acabada la celada el resultado fue que los carlistas esta vez, no se llevaron a nadie de Cheste y el precio a pagar para ello fue la muerte de 10 chivanos; siete encontrados ese día y tres que fueron apareciendo en los días posteriores por los campos de cultivo.
Gregorio Carra, mandó urgentemente por conducto reglamentario el parte de guerra con los hechos fatídicos ocurridos en Cheste al Teniente General en Jefe del Ejército del Centro, que a su vez lo envió a la Secretaría de Estado y del Despacho de la Guerra, antiguo nombre de la Secretaría de Estado del Ministerio de Defensa actual, que no dudó en publicar en [iii]primera página esta historia en la Gaceta de Madrid (antiguo nombre boletín oficial del estado)
Es reseñable que al final de este parte se destaca el valor del Sargento de nacionales de Chiva Vicente Martí que en la desesperación del momento pudo reunir un grupo de compañeros suyos y retirarse con el mayor orden a la Villa salvando así sus vidas, también dice el parte textualmente:
“El Comandante Militar de Chiva, elogia la conducta de la tropa que tuvo parte en este suceso y la bizarría de la milicia nacional de esta villa que anheló batirse contrariando las órdenes que tiene dadas a este cuerpo”
Por su parte, el médico y Comandante del Batallón de Milicia Nacional de Chiva, en sus memorias habla y explica la defensa de Cheste como un último servicio que selló con sangre, aunque inútilmente vertida y vertida por un exceso de valor, lamentando profundamente la celada carlista y retorciéndose recordando como los jinetes carlistas contemplaron antes de retirarse con gozo infernal aquellos cuerpos cuya sangre humeaba aún.
En Chiva se declararon los siguientes 21 de julio como un aniversario de fatalidad, aunque a día de hoy esto se ha olvidado.
Y ya para finalizar, yo les diría a estos señores avezados articulistas de los estudios comarcales unas cosas que al parecer no comprenden:
Que sepan ustedes, que la Milicia Nacional era un cuerpo jerarquizado con una organización territorial existiendo una Inspección General en Madrid y una Subinspección General por cada provincia de España.
Sepan también ustedes, que las memorias del Batallón de Milicia Nacional de Chiva fueron escritas a petición exclusiva de la Inspección General de la Milicia Nacional con sede en Madrid y no por capricho o desdén de su Comandante Francisco Giménez.
Sepan ustedes además, que las memorias del Batallón de Milicia Nacional de Chiva, estaban auditadas por la Subinspección General de la Milicia Nacional con sede en Valencia y fueron ellos quienes las recibieron de la Plana Mayor del Batallón de Milicia Nacional de Chiva y por conducto reglamentario esa Subinspección General de Valencia las envió a la Inspección General de la Milicia Nacional con sede en Madrid.
Y por último sepan ustedes, y con esto lo digo todo, que en esta Subinspección General de Milicia Nacional de Valencia, el Ayudante y por ende el segundo al mando de la Subinspección General de Milicia Nacional de Valencia, persona que supervisaba toda la documentación recibida por los Batallones de Milicia Nacional de la provincia de Valencia era el chestano Manuel López Aldáz.
Las envidias y las “notas” hacia el batallón curiosamente no han cesado a día de hoy. Yo que ocasionalmente paseo por el alto de Torrellas, imagino en incontables veces al Batallón de Chiva allí plantado en batalla, manteniendo como puede la serenidad y erizado de bayonetas.
También imagino como los ojos de los que lo forman ven con horror, sufrimiento y angustia la escena de aquellos otros desdichados chivanos que corren muriendo acuchillados y pisoteados por los cascos de los caballos. Unos ojos que son de sus hijos, padres, hermanos o vecinos, unos ojos que seguramente lloraban de pena y de rabia por no poder hacer nada más.
Dicho esto y llegados hasta aquí quisiera reivindicar su recuerdo para que estas banderías no los vuelvan a matar con sus relatos innobles y dedicar a esta bandería y a las consideraciones de su artículo, los últimos y premonitorios párrafos de las memorias de batallón de Chiva, válidos todavía a día de hoy.
Y altamente empeñado yo en el honor del Cuerpo, cuyo bastón empuño en la actualidad, como pudiera suceder que a pesar de sus merecimientos, no se viese libre aun de la negra calumnia de los partidos y de su fatal detracción; al publicar esta memoria protesto asimismo al objeto de desmentir la nota que acaso alguna bandería le haya querido imponer.
Y protesto también que al hacerlo no cedo a la influencia de pasiones mezquinas o interesadas tal vez, no al impulso de alabanza propia, no al de ajena adulación; únicamente sí a la vindicación de mis compañeros, cuyos puros sentimientos conozco bien; vindicación que creo un deber en mí.
Denigren unos el espíritu del batallón: que mienten yo sostendré.
Proclamen otros su apología: la buena fe no la necesita, no.
Afirmen los más, que los más serán y bien lo podrán afirmar que el cuerpo cívico de Chiva juró ser el dechado de la lealtad, que por ella hizo sacrificios mil, que sellara con su sangre el juramento que prestó, que se cubriera de laureles que nunca se marchitarán, que mereció Bien de la Patria que es el encomio mayor, yo solo diré:
El Batallón de la Guardia Nacional de Chiva cumplió con su obligación.Francisco Giménez Marín Comandante del Batallón de Milicia Nacional Voluntaria de Chiva, Primera del Partido.
David Mújica Miró – Octubre de 2024
[I] Revista nº 3 de estudios comarcales de la mancomunidad Hoya de Chiva – Hoya de Buñol. Año 1998. Expuesto también en la página web Raco.cat (revistas catalanas con acceso abierto)
[II] Memoria de los servicios prestados por el Batallón de Milicia Nacional de la Villa de Chiva. Francisco Giménez Marín. Año 1841
[III] Ficha de Miliciano Nacional de Manuel López Aldáz. Diputación de Valencia.
[IV] Modesto Lafuente. Historia General de España. Año 1890.
[V] Ficha de Miliciano Nacional de Manuel López Aldáz. Diputación de Valencia.
[VI] F. Lichnowsky. Memorias de la Guerra de España 1837-1839.
[VII] Memoria de los servicios prestados por el Batallón de Milicia Nacional de la Villa de Chiva. Francisco Giménez Marín. Año 1841
[VIII] Gaceta número 1716 del sábado 27 de Julio de 1839.